Un 31 de enero de 1908 nació Héctor Roberto Chavero, más conocido artísticamente como Atahualpa Yupanqui, y murió un 23 de mayo de 1992 en Nimes, Francia. Había nacido en Campo de la Cruz, partido de Pergamino, compositor, guitarrista, cantor, recopilador, poeta, autor del libro y más de un centenar de canciones en sus letras aparecen los desvelos del hombre pobre, los paisajes provincianos, algunas notas autobiográficas y la soledad.
Pasó los primeros años de su infancia en Roca, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, cerca de Junín, donde su padre trabajaba en el ferrocarril. En 1918 su familia se trasladó a Tucumán, provincia a la que siempre regresaba y a la que le dedicó varias de sus composiciones, citemos algunas: Luna Tucumana, Adiós Tucumán, Zamba del Grillo.
Era un adolescente cuando escribió Camino del Indio, empezó a viajar y eligió llamarse Atahualpa Yupanqui. Fue hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corregidor de pruebas y periodista. Un constante peregrinaje lo llevó a recorrer casi todas nuestras provincias y países limítrofes. A fines de la década del 30 grabó sus primeros discos en los que incluyó La Zamba del Cañaveral, La Andariega, Viento Viento. En 1941 publicó su primer libro Piedra Sola y en 1943 Aires Indio. Su novela Cerro Bayo fue elevada al cine en 1956 con el título de Horizontes de Piedra.
Afiliado al Partido Comunista, en 1945 fue perseguido y proscrito por gobiernos democráticos y dictatoriales. En 1949 actuó en Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y al año siguiente viajó a París. Regresó a la Argentina en 1952 alternando entre Buenos Aires y Cerros Colorado en Córdoba.
Luego de la muerte de su esposa Atahualpa regresó a París donde actuó hasta su muerte. Y aquí sí vale mencionar lo que el gran historiador viviente Norberto Galasso dice: su obra alcanza la dimensión que resultará imposible en el futuro hablar de cultura latinoamericana sin recordarlo.
Algunas de sus coplas son ya clásicas y reaparecen espontáneamente en las bocas del pueblo cuando aflora la injusticia social, las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas, o cuando se recuerda la historia enlutada de nuestra patria grande. Pero también cuando se yergue la esperanza, dice Atahualpa, despacito, despacito, y tenga fe en la noche del minero ya comienza a amanecer.
Por eso Atahualpa no escribe para el pueblo ni por el pueblo sino desde el pueblo sintiendo como propia la alegría y la tristeza de sus paisanos. Yo siempre recuerdo aquella expresión de Atahualpa que su tío Gabriel analfabeto de toda la vida le enseñó. ¿Qué es un amigo, tío Gabriel? Le preguntó Atahualpa, un amigo es uno mismo en otro pellejo. Porque el hombre, decía Yupanqui, vale por dentro que lo de afuera es comprado.
Atahualpa regresa a París donde actuó hasta su muerte. Cumpliendo con su deseo, sus restos fueron repatriados y sepultados en cerros Colorado Córdoba.