Aborto no, ¿infanticidio sí?

Nota de opinión de la médica de Chacabuco, Julia Laviano, acerca del caso de la nena de 12 años violada en Jujuy.

La medicina no es una ciencia exacta, no es matemáticas. Tiene funciones sociales y científicas, entre muchas otras. Lleva mucho entrenamiento. Nos entrenamos para realizar procedimientos o cirugías. Nos entrenamos para pensar, para tomar decisiones. Nos entrenamos para hablar con personas que están padeciendo alguna enfermedad. Nos hacemos preguntas. Usamos la estadística para tomar decisiones adecuadas para los pacientes. Diseñamos estudios, mejor si es multicéntrico, pensamos en los sesgos, obtenemos resultados. Cuando nos encontramos con una persona con diversos problemas en la consulta, nos apoyamos en la bibliografía para ofrecerle la mejor solución para la situación que se nos presente, sea para tratar una enfermedad, para realizar una cirugía, para hacer un diagnóstico o para decirle a esa persona que consultó que no se preocupe que se encuentra sana, que “no es nada” o que no tenemos nada para hacer. Eso es aplicar la ciencia a la problemática de los pacientes.

Muchas veces a pesar de usar este método, fallamos. Aunque todo lo hicimos como estaba escrito, tenía que salir todo bien, no podía salir nada mal. Fallamos. Nos equivocamos. No controlamos todo, mejor dicho no controlamos nada. Lo que nos permite este método científico es tratar de achicar los errores.

Imagínense lo que pasa cuando este método se saltea y se toman decisiones siguiendo lo que podríamos llamar individualidades personales o colectivas. Nos corremos del plano científico aplicado a la salud de una persona en particular o a una sociedad, para hacer lo que nos parece. No lo imaginemos más. Esto ya pasó. Sí, recién, en Jujuy.

Una niña, 12 años, un pederasta, una violación, un embarazo, una negación a la ley de interrupción legal del embarazo, una cesárea, un prematuro extremo, un Estado presente haciéndolo todo mal, una Iglesia defendiendo lo indefendible, médicos cómplices, una sociedad dividida, una familia importante esperando al prematuro, otra ley, la de adopción pisoteada.

Rompimos su abdomen para seguir un plan terrible. Un plan omnipotente. Un plan mentiroso. Un plan que hacía agua de cualquier lado que lo miráramos.

Lo voy a mirar desde el niño, 23 semanas, según las cifras publicadas de la Red Neonatal Neocosur para la Sociedad Argentina de Pediatría en 20141, un prematuro extremo de estas características tiene un 28,6% de supervivencia al momento del alta. Este dato sale desde la estadística. Se realizó este estudio incluyendo 26 unidades de cuidados intensivos neonatales (UCIN) de seis países de América del Sur: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Incluyo 8234 recién nacidos vivos. Me cuesta creer que la UCIN del Hospital Materno Infantil “Dr. Héctor Quintana” de Jujuy llegué a esa cifra de supervivencia en un neonato de 23 semanas. Seguramente la supervivencia es mucho menor, porque bien sabemos que la complejidad de la medicina va disminuyendo a medida que nos alejamos de la General Paz.

También podremos evaluar las comorbilidades que le ofrecemos a este niño por ser prematuro. Y acá puedo enumerar una lista, que seguramente no podrán pronunciar, pero les puedo asegurar que sus consecuencias son gravísimas. Como lo son la hemorragia intraventricular, leucomalacia periventricular, displasia broncopulmonar, retinopatía del prematuro y enterocolitis necrotizante, entre otras. Porque como les dije antes, no controlamos nada, no sabemos cuál va a ser el destino de nuestro paciente.

Este bebé estuvo en el 72,4% que no vivió. Era probable que se muera, porque 7 u 8 de cada 10 en estas condiciones de prematurez extrema en Sudamérica, se mueren. Lo dicen los estudios. Entonces pienso, no se murió, lo matamos, porque sabíamos antes de su nacimiento forzoso que su destino más probable era la muerte.

Ahora pienso qué pensaron las personas que decidieron sobre esta niña violada y embarazada. ¿Cómo justificaron su accionar? Imagino que entrarán cuestiones relacionadas al poder, o de pérdida del mismo, pareceres sociales, el famoso qué dirán, creencias religiosas quizás, mitos, subjetividades. Lo llamaría el romanticismo de los aquellos que se encuentra en contra de una medida de salud pública como es el aborto. No entiendo como todo eso puede pasar por encima a datos reales tan duros. No me entra en la cabeza.

Este plan cínico hoy se convirtió en un precedente. No debería haber sido una opción. No es una medida de salud pública que se aplique en ninguna parte del mundo. Experimentaron con una niña de 12 años violada y con un prematuro de 23 semanas cuando los resultados ya estaban escritos, ya sabíamos lo que iba a pasar. 

De nuevo pienso en esa niña con su cicatriz en su piel, su pared abdominal y su útero cortado y suturado. Pienso en mi vida a los 12 años, seguramente estaría en la pileta en la colonia de vacaciones. Ahora siendo 20 años mayor que ella puedo ponerme en su lugar, no me entra tanto dolor. Vuelvo a pensar en el bebé, con su acta de nacimiento y de defunción, lo matamos. Vuelvo a pensar en ella. La volvimos a violar. Violamos su integridad. Violamos sus derechos. La violamos como sociedad.

No recemos por ellos. Usemos la política, la medicina, la salud pública y la justicia para que nadie más sea víctima de un plan improvisado, patético y siniestro.

1.Fernández R, D’Apremont I, Domínguez M, Tapiad J y Red Neonatal Neocosure. Supervivencia y morbilidad en recién nacidos de muy bajo peso al nacer en una Red Neonatal sudamericana. Sociedad Argentina de Pediatría. 2014

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