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Luego de la frustración que significó no haber podido ingresar al mercado del automovilismo deportivo de Estados Unidos, Gustavo Donadío dice haber entrado “en un cono de sombras complicadísimo”.
“Era el año 1986 y dije ‘basta, no hago más autos de carrera’, lo cual era una mentira, pero quería convencerme de eso por la gran desilusión que había tenido”, señala. La cuestión es que en los años siguientes se dedicó a vender en Chacabuco ciclomotores Zanella 50 cc, que en esa época estaban en su apogeo. “Se vendían como si fueran caramelos, era una cosa bárbara, ganamos mucha plata”, cuenta.
En esos tiempos, recibió varios pedidos para volver a hacer autos y a todos les respondió negativamente. Hasta que un día lo llamó Osvaldo Antelo y las cosas cambiaron.
“Osvaldo era service nacional de Renault y había hecho una coupé Fuego para el TC 2000. Yo lo conocía porque cuando tenía 20 años le compramos el motor del primer Fórmula 4 que hicimos, y desde ahí tuvimos una relación de amistad. Esta vez Antelo me citó a una reunión, me mostró un auto y me dijo: ‘Mirá, a este auto lo va a correr Cocho López, con motores nuestros, pero lo hicimos con los argumentos nuestros y queremos que nos des una mano’”, recuerda.
El comienzo de la etapa “más famosa”
Luego de pensarlo, Gustavo aceptó la propuesta y así, dice, comenzó su etapa profesional “más famosa”, que llega hasta hoy.

Donadío afirma que para él eso fue todo un desafío, porque nunca había trabajado con autos de Turismo. Algo que lo ayudó a avanzar fue que con su equipo estaban a la vanguardia en cuestiones tecnológicas.
“Nosotros fuimos los segundos en el país en usar estudios por computadora para las suspensiones de los autos. El primero fue Oreste Berta y después, ahí nomás, lo hicimos nosotros. Esto fue al año o a los dos años en que esto se empezó a usar en el mundo. Y así como no había gente que lo usara en el país, tampoco había software, no había nada. O sea que nosotros mismos teníamos que hacer el software. Yo tenía un teclado de una Texas TI que lo conectaba a un televisor y del teclado salía un cable a un grabador de audio. Eso eran las computadoras cuando todavía no habían salido las PC. Tengo guardados, como recuerdos, programas de hasta 800 o 900 sentencias, todas cosas matemáticas. Eso lo empezamos a aplicar a los autos. Así que con Berta fuimos pioneros en ingeniería computarizada”.
El comienzo con Antelo y Cocho López fue por demás de auspicioso. “A la tercera carrera que vamos, ganamos. No lo podía creer nadie, porque yo no tenía antecedentes ni experiencia en autos de Turismo. Cuando Antelo vio eso me dijo ‘ahora haceme un auto que lo diseñes íntegramente vos’. Así nació uno de los autos ícono del TC 2000, que fue la famosa coupé que en el parabrisas decía Bazooka, que la corría Cocho y tuvo en el campeonato una lucha terrible con Traverso. Ese auto se hizo en Chacabuco, y después de eso vino el Regatta, porque cuando nosotros con la Fuego particular de Antelo estábamos ganando el campeonato, Renault nos sacó el apoyo. Así que tuvimos que ir obligadamente a otra marca de auto”.
“En ese momento, Cocho, que era muy amigo de Mauricio Macri habló con el papá de Macri, que eran los dueños de Sevel y tenían a Fiat y Peugeot, y el tipo le dijo: ‘Yo los apoyo, pero tienen que hacer un Regatta’. En ese momento, que un Regatta corriera contra una Fuego era como si un Fiat 600 corriera contra un Peugeot. Pero hicimos el Regatta y le ganamos cinco carreras, o sea que fuimos altamente exitosos”, dice, refiriéndose a otro auto, el Regatta conocido como Vencedor -que era una marca de detergente que tenía en el parabrisas-, que quedó en la historia del automovilismo nacional.
“Habremos hecho veinte autos de TC”
En los años siguientes Donadío y su equipo hicieron gran cantidad de autos, entre ellos el Chevrolet con el que Emilio Satriano ganó el campeonato de 1990 del TC.

“Calculo que en esos años habremos hecho veinte autos de TC. También estuvimos en Turismo Nacional y ganamos dos campeonatos con Gerardo del Campo, en 1993 y 1994, y dos campeonatos con el equipo nacional Ford con un Escort. Después, en 1995 estuvimos en la categoría GTA. En esa época estaban en el equipo nuestro los hermanos Fabián y Mariano Colombini y todo un grupo de gente excelente. Hace un tiempo tuvimos una reunión hermosa en Chacabuco y me encontré con todos. Fabián empezó a trabajar con nosotros en 1982, cuando hicimos la exportación de fórmulas a Uruguay. Después siguieron, hicieron la Fuego y el Regatta y cuando hacemos los GTA, que eran 18 autos, separé mi trabajo: yo me dediqué a ser consultor y ellos se quedaron con el taller, que es el que siguen teniendo y cada vez que voy a Chacabuco es una gran alegría ir a verlos y pasar un rato charlando”.
Además de los hermanos Colombini, entre los integrantes de aquel equipo también estaban Horacio Castillo, José Caporale, Ricardo Toledo y su hermano, Claudio Donadío.
“Ahí empieza mi trabajo en Latinoamérica”
En 1991 Donadío dejó Chacabuco y se instaló en Buenos Aires, donde vivió los 15 años siguientes. En el año 2000, cuenta, había sido contratado por una empresa, JBA, que estaba en la zona del aeródromo de Don Torcuato, que había fabricado un Porsche de calle, para que lo mejorara.
“A partir de ahí fue cuando empecé a trabajar para el exterior porque estaba un poco desilusionado con la Argentina. No, en realidad no es desilusión, lo que pasa es que Argentina es un caso muy especial. En esa época en el automovilismo de la Argentina estaban los que eran buenos, los famosos, los que sabían y los que no sabían, y a veces los que no sabían ganaban más plata que los que sabían. Había muchos charlatanes y cosas que con los años se fueron purificando. Así que en ese momento empecé a trabajar para el exterior gracias a Daniel Urrutia, que era socio del preparador Tato Ferrea. Ellos habían montado en Estados Unidos la empresa Ferrea Racing. Así que él me conectó con toda Latinoamérica. Podría decir que ahí empieza mi trabajo en Latinoamérica”, dice.
En los años siguientes, comenzó a dar cursos y seminarios en el continente. El primero de ellos fue allá por 2001. A su vez, cuenta, en esa época vinieron “cantidades de carreras y campeonatos en Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá y Colombia”.

Después de estar una década y media en Buenos Aires -donde nacieron sus otros dos hijos, que se sumaron al mayor, nacido en Chacabuco- se radicó durante doce años en Santa Fe y en 2018 llegó a Perú para trabajar en el automovilismo de ese país y del resto de Latinoamérica.
“Son dos o tres pruebas y el auto está peleando la punta”
“Hoy en día nos especializamos en Ingeniería Racing”, dice, viniendo a la actualidad, y explica: “Nosotros tenemos formas de calcular de antemano, en un porcentaje bastante alto, todo lo que puede pasar con un auto. O sea, si este auto está diseñado así, con este neumático y con este reglamento técnico tiene que tener esta puesta a punto, es decir, estos resortes, estos amortiguadores, esta aerodinamia, y lo probamos en la pista y estamos en un 80 por ciento en el desarrollo del auto. Antes se hacía un auto y para desarrollarlo había que dar vueltas y vueltas y por ahí había que estar un año hasta que anduviera. Ahora son dos o tres pruebas y el auto está peleando la punta”.
Además, cuenta, en los últimos tiempos le surgieron varias propuestas de Europa. De hecho, ya ha dado cursos en España y con un socio de ese país está desarrollando el proyecto de un auto para correr en lo que allá llaman Rally de Montaña.
“Estamos haciendo un auto hermoso, un prototipo tubular de 950 kilos, motor Ferrari V6 biturbo, 2.9 litros, 600 caballos, una cosa monstruosa. Estamos haciendo el prototipo, con la idea de venderlo”.

Paralelamente, dice, trabaja mucho en Panamá y en unos días viaja a El Salvador. “O sea, trabajo hay mucho”, afirma, además de señalar que tiene expectativas en que el automovilismo del Perú tenga un repunte. Acerca de esto, cuenta que la Federación Peruana de Automovilismo Deportivo convocó nuevamente, porque ya estuvo años atrás, al expiloto argentino Pablo Brea, que también fue directivo del Automóvil Club Argentino y del TC 2000, para que los ayude a reimpulsar la actividad.
“Cuando uno tiene experiencia, las cosas se resuelven más fácil”
“O sea que estoy con muchos años más que los que tenía cuando estaba en Chacabuco, pero con una experiencia muy grande y, fundamentalmente, con muchas ganas de seguir trabajando. Cuando uno tiene experiencia, las cosas se te resuelven mucho más fácil. Además, esto es un trabajo y una pasión”, completa Donadío, y da un ejemplo de cómo las nuevas tecnologías aceleran las tareas.
“En la época que hicimos el Regatta o la Fuego habíamos construido en Chacabuco un banco de torsión, para probar la rigidez del chasis. Hoy eso se simula con software: hacés una pared de suspensión y decís ‘con estas cargas, dale un millón de ciclos’, y la computadora trabaja un día y te dice ‘acá le falta material, está más débil, o está sobrado’”, cuenta, y agrega que, actualmente, la organización que dirige, llamada Donadío Racing Development, está dedicada principalmente a la consultoría técnica de ingeniería de automovilismo.
“Soy consultor. ¿Qué significa? Que, por ejemplo, si en un país quieren hacer una categoría, me llaman para hacer el reglamento; si quieren hacer un auto, me llaman para diseñarlo, si quieren organizar un equipo, me llaman para que los asesore. O sea, toda la experiencia que tengo me sirve para ver muchas áreas del automovilismo”.
Donadío está muy contento con su vida en Perú. Según cuenta, Miraflores es la parte de Lima que da al mar y tiene una costa muy linda. No obstante el clima es raro, porque entre mayo y octubre está siempre nublado. “Pero nublado, nublado. No ves el sol durante seis meses, salvo un poquito algunos días al mediodía”, relata. En tanto, la temperatura es agradable, porque “no hace mucho calor ni mucho frío nunca”. De hecho, la temperatura mínima es 13 grados y la promedio 18, mientras que los días de más calor apenas llega a 26.

“Esta zona es linda porque acá tenés todo sin necesidad de ir a meterte al lío del centro. Hay centros comerciales, restaurantes, el mar está a cinco cuadras, así que es un lugar muy bonito”, afirma.
“No verme con Tito Urreta me da una gran tristeza”
Igualmente, siempre se acuerda de Chacabuco -a donde viene con bastante frecuencia- y, sobre todo, de muchos seres queridos que quedaron acá.
“Lo que más recuerdo son los afectos y la gente con la que me crié. Volver ahora a Chacabuco y no verme con Tito Urreta es algo que me parece rarísimo y me da una gran tristeza. Todo lo que me une con Chacabuco son cosas afectivas. Por ejemplo, en esto del automovilismo mis padres tuvieron muchísimo que ver, porque me apoyaron a full, con todo, y no sólo con apoyo verbal, sino también con dinero, como cuando estudiaba y empezaba a dedicarme al automovilismo. Cada vez que voy a Chacabuco me quedo cinco o seis días porque a cada lado que voy encuentro a un amigo. No hay que olvidarse que yo pasé la niñez, la juventud y viví ahí hasta los 40 años. Cuando cierro los ojos y miro para atrás, recuerdo que un empujón muy grande en mi vida me lo dio la gente de Chacabuco. Y si uno no tiene un apoyo grande a una edad determinada, después el tiempo pasa y no logra cosas”, dice, emocionado, en la despedida.
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