LLEVA TRANSITADOS MÁS DE 16.000 KILÓMETROS

Un chacabuquense recorre Sudamérica en motocicleta

Salió de Chacabuco el 22 de febrero y luego de pasar por Buenos Aires se dirigió a Ushuaia. En estos días anda por Colombia.

En un viaje que ya lleva algo más de dos meses y se extenderá por unos 40 días más, el chacabuquense Marcos Herrera se encuentra realizando un viaje por Latinoamérica que ya suma más de 16.000 kilómetros y hasta ahora se extendió desde Ushuaia hasta Colombia. Desde ese país habló con Chacabuco en Red para contar su experiencia.

Salió el 22 de febrero

Herrera, que es saxofonista y en Chacabuco toca en tres grupos, ya tenía entre sus antecedentes de viajero haber realizado en 2022 una recorrida por todas las provincias argentinas. Esa travesía motivó una cuenta de Instagram que aún hoy utiliza, llamada “La vuelta de una 2022”.

En esta ocasión, salió de Chacabuco el 22 de febrero y si bien su objetivo era llegar al sur, primero se dirigió a la Capital Federal, pues quería hacer la ruta 3 en toda su extensión. “Así pude hacer la 3 de punta a punta, hasta Ushuaia”, dijo.

Desde Ushuaia regresó a Río Gallegos y desde allí comenzó a subir por la mítica ruta 40 hasta La Quiaca. En el medio del recorrido por la 40 se tomó un descanso al llegar a Mendoza capital, pues tenía la idea de hacer la llamada Ruta de los Caracoles, en la frontera con Chile. Así pasó al vecino país, donde estuvo dos días, y regresó al mismo punto de la ruta 40 que había dejado.

Luego siguió subiendo hasta llegar a La Quiaca, donde se encontró con Franco Furattini, el chacabuquense que hizo la 40 en bicicleta y luego regresó a nuestra ciudad pedaleando por Formosa y las provincias de la Mesopotamia.

Cruce a Bolivia

Desde La Quiaca Herrera cruzó a Bolivia, donde conoció La Paz y acampó en el Salar de Uyuni. También atravesó los cerca de 80 kilómetros de la conocida como Ruta de la Muerte, que une La Paz con Coroico. “Estuvo brava, pero muy linda. Me agarró una lluvia y tuve que hacer noche en el medio de la nada. Es un camino de una sola mano, todo ripio. Fue hermoso”, contó. Un problema que tuvo en ese país fue que en las estaciones escaseaba el combustible, por lo que la mayoría de las veces debió abastecerse en casas particulares que lo ofrecían.

“La Paz es algo impresionante, es como si fuera una pintura. Las casas son todas de un ladrillo hueco más chico que el que conocemos y no están revocadas, por lo que son todas del mismo color, salvo las ventanas y los techos. Y la ciudad tiene unas subidas impresionantes”, contó.

El siguiente punto del viaje por Bolivia fue el lago Titicaca, considerado el más alto del mundo. El cruce lo hizo en una balsa y en la otra orilla llegó al pueblo de Copacabana, próximo a la frontera con Perú.

“Ya en Perú me fui a hacer el recorrido de Machu Picchu y después empecé a ir para el lado de la costa”, dijo y destacó, sobre todo, la belleza de los caminos, los cuales, dijo, tienen bajadas, subidas y curvas que parecen “herraduras”, aunque también son peligrosos, pues en ciertos tramos se producen desprendimientos de rocas desde los cerros que están “pegados” a la carretera.

“Lo que tienen estos países es que el tránsito es muy bravo, sobre todo en las ciudades. Son todos bocinazos y hay que tener cuidado porque se meten y se meten. Prefiero andar en Buenos Aires con una sola mano que andar acá”, relató.

En la Mitad del Mundo

Así llegó hasta Lima y luego siguió viaje con rumbo a Ecuador, donde, entre otros lugares, estuvo en Quito y en el Monumento de la Mitad del Mundo, donde se considera que se dividen los hemisferios. También estuvo en la costa ecuatoriana y pudo comprobar cómo, en esta parte del año, llueve casi todos los días.

“En las rutas de Ecuador, como pasa en Perú, también hay desprendimientos, pero más que nada de barro que cae de los cerros. En algunas partes la ruta estaba totalmente tapada, y tenían que hacer desvíos”, comentó.

La lluvia continuó en forma casi permanente durante su viaje hacia Colombia. En este último país pasó su primera noche cerca de la frontera y su siguiente destino fue Medellín, desde donde habló con Chacabuco en Red a mitad de semana. “Cuando estaba por llegar cayó una lluvia impresionante y justo entré a un túnel por donde pasa la ruta y me quedé ahí a tomar unos mates. Lo raro fue que cuando al rato salí del otro lado del túnel estaba todo seco, o sea que no había llovido”, contó.

Buena Honda

El chacabuquense viaja en una moto Honda Falcon 400, la cual, dijo, es una unidad “intermedia” que hasta ahora anduvo bastante bien. “Tuve algunos problemas cuando estaba llegando a La Quiaca, porque por la altura la moto me fallaba, era como que no tenía oxígeno. Después, cuando pasé a Bolivia, tenía que andar en tercera, porque no me respondía. Así que fui a un taller de motos y le regularon el aire y le cambiaron el chiclé, para que no le pase tanta nafta. Quedó hecha un violín. Antes de eso, cuando pasé a Chile, le cambié la cubierta de atrás y le hice el cambio de aceite. Más adelante, ya cerca de Colombia, le hice otro cambio de aceite y también le cambié piñón, corona y cadena. Eso fue lo único que le hice, porque mecánicamente por suerte viene bien”, señaló.

Marcos lleva en su equipaje una carpa, aunque la mayoría de las noches duerme en alojamientos. Acerca de esto, comentó que en la Argentina están muy de moda los hostels y motoposadas, en muchos de los cuales se paga a voluntad. Además, al estar conectado con distintas comunidades de viajeros, suele dormir en casas de personas que conoció por WhatsApp.

Según contó, los precios de alimentos y otros artículos básicos son bastante parecidos en todos los países, salvo en Bolivia, donde los encontró más baratos. “En Bolivia, por ejemplo, estuve en un hotel que me cobró por el alojamiento, desayuno y cena lo que son 10.000 o 12.000 pesos de Argentina”, graficó Marcos, a quien, según calcula, le espera un mes y pico más de viaje. Por ahora, se encuentra en Colombia, definiendo cómo será el regreso hacia Chacabuco.

Comentarios

Comentarios