Hace 72 años se abrió en el país un capítulo de conmoción y violencia que culminaría en 1955 con el golpe cívico-militar que pondría fin al segundo gobierno de Juan Domingo Perón, legal y legítimo, a diferencia del actual, Milei Villarruel, legal pero deslegitimado por actuar al margen de la constitución por resoluciones y actos cometidos a diario.
Por la tarde de ese día, varias bombas colocadas en lugares aledaños a Plaza de Mayo dejaron un saldo de siete muertos y decenas de heridos entre las personas que participaban de un multitudinario acto convocado por la CGT para apoyar a Perón en un momento crucial de su gestión. Por la noche, varios incendios en represalia contra sedes de partidos políticos y del Jockey Club dejaron a su vez pérdidas irreparables. La jornada de furia fue la derivación inesperada de una denuncia por un acto de corrupción en los trámites de exportación de carne que involucraba directamente al poder ejecutivo y que había motivado la irritación de Perón quien dijo en un discurso el 5 de abril que iba a terminar con todo aquel que está coimeando o robando en el gobierno.
Qué lejos está Milei con lo que acontece en este momento en el país. El acusado de ese entonces era el secretario privado del presidente, hermano de la ya fallecida Eva Perón, Juan Duarte, quien en un gesto que sorprendió y dio lugar a dudas sobre la información oficial apareció con un tiro en la cabeza el 9 de abril en su departamento del quinto piso de la avenida Callao 1444. Todavía se duda si fue un suicidio.
Ese 15 de abril desbordaba la Plaza de Mayo en el acto televisado por el estatal Canal 7. Perón hablaba de la situación que iba poniendo fin al primer modelo económico de su gobierno y cuando hacía referencia a la imposibilidad momentánea de volver a la libertad de precio que era la que reclamaban los comerciantes se produjo el estalido de la primera de las bombas. Perón no pudo disimular su fastidio y en el momento en que completaba una explicación de que son los mismos que hacen circular rumores falsos estalló otra bomba.
Lo que continuó fue un Perón irritado que al grito leña, leña que le llegaba desde la multitud contestó, ¿por qué no empiezan ustedes a darla? Sus palabras significaron otra mecha encendida. A las 19 horas de ese día y a la finalización del acto grupos organizados se encaminaron por la avenida Rivadavia hasta el 2100 donde estaba ubicada la Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista donde también funcionaba el diario La Vanguardia a la que asaltaron y prendieron fuego. Se perdió el edificio y su biblioteca. Luego corrieron la misma suerte la sede capitalina del radicalismo bonaerense que estaba en Moreno al 2400. La del Partido Demócrata, sito en las cercanías y el edificio del Comité Nacional de la UCR en Tucumán al 1600. Finalmente ardió el edificio del Jockey Club en la calle Florida, entre otros intentos que la policía evitó.
Felix Luna, en su libro Historia Integral de la Argentina, cuenta que las bombas fueron colocadas por jóvenes del ala unionista del Partido Radical el mismo sector que en 1972 enfrentó a Ricardo Balbin.
El estalldo de la bomba y la secuencia de incendio ocurrió hace 72 años en el país donde muchos, la mayoría, diría, amaban a Perón y unos pocos ni siquiera lo reconocían como presidente, según dirían el director del Archivo General de la Nación Miguel Unamuno, donde Argentina guarda su memoria histórica.