Sergio Goicochea visitó este sábado Chacabuco para participar en el primer encuentro del año del Instituto Proyectar. La reunión, que tuvo una importante concurrencia, se realizó en el Salón de los Espejos de la Sociedad Italiana, donde el exarquero de la Selección Argentina y River brindó una charla sobre deporte y salud.
El encuentro comenzó cerca de las 19.00 y tuvo una presentación en la que hablaron, en representación del Instituto, Fabián Cattaneo, el intendente Darío Golía y la concejal Karina Geloso, que fue la moderadora y la encargada de realizarle a Goico las primeras preguntas. Posteriormente, hubo una charla a micrófono abierto en la que algunos de los presentes pudieron formular sus consultas.
“Nací en un pueblo chiquito y crecí con la vida del club”, expresó el exarquero en la primera parte de la disertación, aludiendo a lo que fue su niñez en la localidad de Lima, partido de Zárate. Goicochea, que actualmente tiene 61 años, contó que si bien desde niño quiso ser arquero, a los 13 años sufrió una infección que no sólo lo dejó fuera del fútbol, sino que hubo peligro de que tuvieran que amputarle un brazo y una pierna. Finalmente, prosiguió, pudo sanar sin que ocurriera nada de eso y fue gracias a los entrenamientos que hizo ayudado por su padre que pudo “recuperar los movimientos”.
“Mi papá me enseñó lo que era el valor de la perseverancia y del esfuerzo”, dijo el deportista, que tuvo su momento de gloria en el Mundial de Italia ‘90, cuando debido a una lesión de quien era el arquero titular de la Selección, Neri Pumpido, ingresó al equipo que dirigía Carlos Bilardo y sus atajadas fueron decisivas en dos series de penales que le permitieron a la Argentina llegar a la final.
Acerca de lo que le sucedió en ese Mundial, Goicochea confesó que no estaba “preparado” para asumir las responsabilidades que le encomendaron, pues integraba el plantel en condición de suplente, pero “tenía los valores” para llevarlas adelante. Además, consideró que atajar penales “no es ningún azar”, pues, al menos en su caso, contaba con información sobre cómo los ejecutaban los adversarios. También le dio mucha importancia a que, en aquel tiempo, los guardametas podían “adelantarse un poco” y a que, en lo personal, siempre pudo hacer una “lectura corporal” de quien iba a patear, lo que le permitía intuir hacia dónde podría dirigirse la pelota.
Siguiendo con ese tema, señaló que para poder llegar a una definición por penales hubo un trabajo en equipo. “El verdadero trabajo fue el esfuerzo que hicieron mis compañeros para ponerme en esa situación”, aseveró.
Para el exarquero, que tras retirarse del fútbol estudió periodismo deportivo, “la primera educación” se recibe “en la casa”. Además, consideró que para quienes eran padres cuando él era niño, “era más fácil educarnos”, pues en aquellos tiempos “nosotros teníamos menos tentaciones y un abanico más chico de alternativas”.

“El deporte nos genera un hábito y una responsabilidad”, dijo también Goicochea, para el cual, además, “la competencia bien usada sirve para progresar”. Asimismo, señaló que haber sido deportista le dio “calidad de vida” en el plano físico y mental. “Eso me permite hoy, a los 61 años, poder revolcarme por el piso con mi nieto de 6”, expresó.
Más adelante, insistió en la importancia de quitarle dramatismo a las derrotas, sobre todo cuando se está en etapas formativas o en la competencia no profesional. “Uno tiene que sentirse frustrado cuando no hace todo el esfuerzo que tiene que hacer, o cuando no se preparó de la mejor manera, no cuando pierde”, manifestó el exarquero, y añadió que, inclusive, cuando alguien está en las mejores condiciones, también puede ser derrotado si el adversario es mejor, y es algo que se debe asumir.
“Los chicos tienen que disfrutar, tienen que aprender a jugar”, dijo luego el exarquero, para quien “las familias tienen que aprender que no hay que cargar de responsabilidad a los chicos”.