La reciente crisis social y territorial de Río de Janeiro debe ser leída como un caso testigo de lo que ocurre cuando el Estado pierde el control del territorio y la planificación cede ante la expansión desordenada. El fenómeno de las favelas -resultado de décadas de migraciones internas, desindustrialización y fragmentación social- constituye un laboratorio de las consecuencias del urbanismo sin Estado: superpoblación, economía informal, dominio de organizaciones criminales y una estructura paralela de poder.
La provincia de Buenos Ayres presenta hoy indicadores que anticipan una evolución similar si no se adoptan medidas de fondo. El denominado “cuarto cordón del conurbano” ya no es una hipótesis sociológica: es un hecho demográfico en expansión. Ciudades como Bahía Blanca, Mar del Plata, Tandil o Villa Gesell están experimentando procesos de conurbanización acelerada, producto del desplazamiento interno de población desde el Gran Buenos Aires hacia nuevos enclaves urbanos sin infraestructura adecuada ni planificación racional.
Este patrón de crecimiento espontáneo reproduce las condiciones que, en Brasil, derivaron en la consolidación de economías ilegales y en la pérdida del monopolio estatal de la fuerza. La presencia creciente de redes delictivas transnacionales -narcotráfico, trata de personas, contrabando de armas y capitales ilícitos- provenientes de Perú, Bolivia, Paraguay, y con vínculos con mafias organizadas provenientes de Ucrania, Italia, Rumanía, Bulgaria, Albania, China, Rusia, Japón e Israel, constituye una amenaza concreta. La geografía bonaerense, extensa, densamente interconectada y sin fronteras naturales, ofrece condiciones propicias para la expansión de estos grupos si no existe control territorial efectivo.
Frente a esta tendencia, la inacción política es el peor de los escenarios. La provincia de Buenos Ayres necesita una reforma estructural integral, que combine una nueva arquitectura institucional con una planificación territorial racional. La descentralización administrativa y la autonomía comunal deben acompañarse de una política activa de desconurbanización y repoblamiento del interior provincial. A ello se suma una reforma tributaria equitativa, orientada a fortalecer la producción primaria e industrial, y la creación de regiones productivas autónomas con infraestructura logística moderna.
El fortalecimiento de las granjas mixtas, cooperativas agroindustriales y polos tecnológicos rurales constituye un elemento clave para evitar el vaciamiento del interior y la sobrecarga de las áreas metropolitanas. Si no se reorganiza la provincia en función del territorio, la producción y del trabajo, el conurbano bonaerense corre el riesgo de transformarse, en una o dos décadas, en una réplica de la crisis brasileña.
La reorganización bonaerense exige también recuperar los pueblos vacíos mediante un programa de repoblamiento planificado, apoyado en la reactivación del sistema ferroviario y en la consolidación de corredores productivos regionales. Cada estación puede volver a ser un centro de vida y desarrollo si se articula el transporte con la producción y el empleo. En este marco, el traslado de la capital provincial a Junín se plantea como un cambio estructural y simbólico: mover el centro de decisiones desde el eje burocrático del conurbano hacia el corazón productivo de la provincia significaría inaugurar una nueva etapa de la política bonaerense, más racional, territorial y moderna.
El futuro de Buenos Ayres dependerá de su capacidad para anticiparse a la descomposición territorial. La planificación no es una opción: es la única forma racional de preservar el orden social y la integridad del Estado provincial.
Luis Gotte
Coautor de Buenos Ayres Humana I: la hora de tu comunidad (Ed. Fabro, 2022); Buenos Ayres Humana II: la hora de tus intendentes (Ed. Fabro, 2024); y en preparación: Buenos Ayres Humana III: La Revolución Bonaerense del Siglo XXI, las Cartas Orgánicas municipales; y, Buenos Ayres Humana IV: Junín, capital de los bonaerenses.