LA HISTORIA ES PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Raúl Scalabrini Ortiz, un patriota en toda su dimensión

Columna de opinión del Dr. Nelson Coronel.

Nació el 14 de febrero de 1898 y falleció el 30 de mayo de 1959. Fue un precursor del revisionismo histórico y de la conciencia nacional. Uno de los grandes fiscales del sistema de entrega del patrimonio estatal y de la dominación extranjera.

El día de su entierro, en su homenaje, su compañero de lucha Arturo Jauretche lo recordó como el maestro que permitió a tantos intelectuales pasar del antiimperialismo abstracto al antiimperialismo concreto, descubriendo así la verdadera identidad argentina como paso previo a la transformación social.

Ingeniero de profesión, en 1923 inició su camino literario con La Manda. Fue periodista en La Nación, El Mundo y Noticias Gráficas, además de fundador del diario Reconquista. Su militancia juvenil en el grupo Insurrexit, de orientación marxista, lo llevó a estudiar los factores económicos y sociales como fundamento del devenir histórico.

Sus continuos viajes por el interior del país le brindaron un panorama real sobre la situación de las provincias. Trabajó incluso en el tendido de la línea ferroviaria Catamarca-Tucumán. En 1924 viajó a Francia, costeando su estadía barriendo nieve en las calles, y allí percibió de primera mano la xenofobia europea hacia los latinoamericanos.

Guiado por su maestro Macedonio Fernández, desarrolló una actitud profundamente altruista, orientada hacia el beneficio colectivo. De esta etapa data uno de sus libros más emblemáticos: El hombre que está solo y espera (1931), donde retrata al arquetipo del porteño: el hombre de Corrientes y Esmeralda.

Pero fue la crisis de 1930 la que conmocionó su pensamiento. Dejó entonces las reflexiones metafísicas para enfrentarse a una pregunta que sigue vigente: ¿cómo es posible el hambre en un país como Argentina, productor de carnes y cereales? Hoy, bajo el modelo neoliberal, esa misma pregunta resuena con dolorosa actualidad.

Scalabrini buscó entonces a los verdaderos propietarios de la riqueza nacional: la tierra, la carne, los cereales. Denunció a la oligarquía terrateniente, servil al imperialismo británico, al igual que hoy grandes medios de comunicación lo son al imperialismo norteamericano. En ambos casos, siempre funcionales y obsecuentes.

Por su participación en la revolución radical de Paso de los Libres, fue desterrado y partió a Europa en 1933. Desde Alemania escribió sus primeros artículos sobre la cuestión nacional. A su regreso, emprendió una lucha decidida contra el imperialismo. Desde la agrupación FORJA, denunció el poder de los ferrocarriles británicos, a los que describía como “una inmensa tela de araña metálica donde estaba prisionera la República”.

Allí señalaba las bases del atraso nacional: la falta de moneda propia, el crédito manejado por la banca extranjera, el estancamiento industrial, y la nula explotación de nuestras riquezas naturales. Barcos, tranvías, servicios públicos: todo en manos foráneas. A eso se sumaban los empréstitos y el endeudamiento descomunal. Una descripción que hoy parece calcada del modelo que impusieron el PRO y La Libertad Avanza.

Durante la Segunda Guerra Mundial defendió la neutralidad. Como muchos en FORJA, vio en Juan Domingo Perón, especialmente desde el 17 de octubre de 1945, la posibilidad de conducir al país hacia un destino soberano. Acompañó su campaña electoral desde el diario Política y mantuvo estrecho contacto con Perón, ya siendo este presidente. Le presentó, entre otras iniciativas, su proyecto de nacionalización de los ferrocarriles, aunque nunca aceptó cargos públicos.

Si bien Perón reconoció en múltiples ocasiones el aporte ideológico de Scalabrini, su gobierno —atravesado en parte por una burocracia ineficiente, como él mismo señalaba— le negó espacios para difundir su pensamiento. Tampoco admitía fácilmente sus críticas, feroces pero fundadas.

Herido por el desencanto, se retiró de la vida pública y se dedicó a plantar álamos en la costa del Paraná. Luego del golpe de 1955, se alistó en la resistencia. Criticó con fundamentos al gobierno de facto desde El Líder de Frente y El Federalista. Cerrados estos espacios, apoyó a Arturo Frondizi desde la revista Qué, aunque terminó desencantado también por las traiciones del frondicismo.

Frente al avance de las políticas contrarias a su ideología, y ya enfermo de cáncer, abandonó definitivamente la vida política.

Las palabras de Jauretche, en su despedida, resuenan hoy con la fuerza de la historia y la vigencia del presente:

“Raúl Scalabrini Ortiz, tú sabes que somos vencedores. Vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado de los argentinos. Por eso hemos venido más que a despedirte, a decirte: gracias, hermano.”

Hoy más que nunca, cuando el país vuelve a enfrentar el saqueo, la entrega y el odio a lo nacional, recordar a Scalabrini no es un acto nostálgico, sino una necesidad política. Porque su vida y su obra siguen siendo una brújula para quienes soñamos con una Argentina libre, justa y soberana.

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