“Nosotros no recomendábamos que se quedara en la Clínica Olivos. Sugeríamos que fuera a un centro de rehabilitación, pero el médico de cabecera se negaba. Yo entendí que era el médico de cabecera el que sugería la internación domiciliaria y que la familia acompañaba”. Este fue parte del testimonio que el médico chacabuquense Fernando Villarejo brindó este martes en el juicio oral que se lleva adelante por la muerte de Diego Armando Maradona.
El profesional fue convocado a prestar declaración testimonial ya que en noviembre de 2020, pocas semanas antes de fallecer, cuando el astro futbolístico estuvo internado, era el jefe de Terapia Intensiva de la Clínica Olivos. Villarejo también expresó que, pese a no estar de acuerdo, en uno de esos días Maradona fue sedado. Además, señaló que el médico de cabecera del Diez, Leopoldo Luque, se opuso a que el paciente fuera controlado por psiquiatras y puso en duda que fuera necesario en ese momento que Maradona sea sometido a una operación por el hematoma subdural que tenía.
Villarejo iba a declarar originalmente la semana pasada, pero por cuestiones de tiempo su testimonio fue pospuesto para esta jornada.
“Me pedían sedarlo”
Por lo que dejó traslucir Villarejo, en la Clínica Olivos tanto el neurocirujano Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov -que están imputados por la muerte del Diego- ya habían tomado algunas decisiones cuestionables sobre la salud del Diez. “Me pedían sedarlo”, declaró.
En un artículo de Infobae se expresó que, según declaró el profesional oriundo de Chacabuco, en las horas posteriores a la intervención quirúrgica que se le hizo el astro del fútbol estaba inquieto, se quería ir a su casa y por momentos era “inmanejable”.
La situación alteraba a Luque y Cosachov, quienes tuvieron una reunión con el médico de la institución en la que le admitieron que la verdadera preocupación de ambos era que Maradona “era un paciente difícil de manejar desde el punto de vista conductual, por alguna abstinencia”, y le pidieron colaboración.
“Necesitaban una especie de apoyo institucional para hacerle un tratamiento, para medicarlo“, dijo Villarejo sobre ese momento. Luego reveló el pedido que le hicieron para ayudar a desintoxicarlo. “Lo que nos pedían era sedar al paciente, Cosachov y Luque me lo estaban pidiendo. Fue difícil esa reunión porque yo me negué específicamente. Me parecía que no era el lugar e hice constarlo”.
Villarejo explicó a los jueces del Tribunal Nº3 de San Isidro los criterios médicos por los cuales se solicitó esta opción: “Uno de los motivos por los cuales uno necesita una sedación es para iniciar un proceso de abstinencia o desintoxicación. La forma es sedarlo profundamente e ir reduciendo la dosis por 48, 72, 96 horas para que después de ese tiempo uno le pueda administrar sedantes en pequeñas dosis”.
El jefe de la Terapia Intensiva de Olivos remarcó que para él la sedación no era lo mejor y dijo que le planteó a los imputados cuáles eran los riesgos. Además, sugirió un equipo multidisciplinario para tratar su cuadro.
Sin embargo, la decisión fue dormirlo de todas formas. “Se decidió sedarlo. Hubo que ponerle un catéter venoso que no fue fácil porque no se dejaba. Lo tuvimos sedado 24 horas, pero uno sabe que cuando a un paciente se lo seda para revertir un proceso de abstinencia, se requiere un proceso más adecuado, con un horizonte que no se termina en 24 horas”, declaró.
“Si pasaba algo era mi responsabilidad”
Al ver que no había un plan a futuro para tratar su abstinencia tras la sedación, Villarejo decidió ir despertándolo de a poco: “En virtud de que no había horizonte, decidimos empezar a usar nuestro criterio y bajar la dosis de la sedación porque se soplaban nuestros vientos. Si pasaba algo era mi responsabilidad. Para manejarlo de forma más adecuada se necesitaba un equipo multidisciplinario. Dije ‘¿cuánto tiempo vamos a estar así?’”.
Cuando llegó el momento de la externación, Villarejo recomendó que Maradona fuera atendido en un centro de rehabilitación que cuente con personal multidisciplinario, atento a su cuadro de abstinencia. No estaba de acuerdo con una internación domiciliaria.
Al justificar su postura, dijo que Diego era un paciente con idas y venidas de exaltación psicomotriz y que a veces estaba “excitado, malhumorado y agresivo”, por lo que se le debía dar un abordaje integral en un lugar con las instalaciones y los profesionales pertinentes. No obstante, recordó que Luque se negó a esta opción y “como él era el médico de cabecera de Diego”, los profesionales de Olivos respetaron su decisión.
“No podía estar en una casa”
Más allá de esto, en el marco de su declaración, Villarejo dijo que ni él ni su equipo estaban de acuerdo con la internación domiciliaria a la que finalmente fue enviado Diego.
“No era un paciente para estar en una internación domiciliaria, nosotros hace días lo teníamos internado monitoreado y no creía que había que desinstitucionalizarlo”, remarcó.
Ante la pregunta de cuál hubiera sido la internación domiciliaria ideal, contestó: “No podía estar en una casa, así que qué cosa tuvo que haber tenido es una paradoja. Pero tuvo que haber sido una internación domiciliaria, casi como una internación institucional, con un médico cercano, acompañante terapéutico, un estricto control de que el paciente no haga algo que uno no recomienda, como comer y tomar cualquier cosa, automedicarse. Eso es muy difícil de controlar en un ambiente domiciliario”.
Por otra parte, Villarejo señaló que cuando Maradona se hallaba internado en la Clínica Olivos, Luque se opuso a que fuera atendido por un psiquiatra que no fuera Cosachov.
“Luque prohibió el ingreso de los médicos que iban a evaluar a Maradona: el doctor Mario Schiter y una psiquiatra que habían contactado las hijas y llegaron hasta la clínica. Es algo extraño y extemporáneo que sucediera”, sostuvo el testigo, según reprodujo La Nación. El facultativo expresó que Schiter y la psiquiatra “iban a evaluar para ver si, después, iban a trasladar a Maradona a un instituto de rehabilitación para una persona con los problemas de Diego, que además de rehabilitación motora, también tenía (una problemática) neurológica” y de abstinencia.
Ante preguntas de Cosme Iribarren, uno de los fiscales generales adjuntos de San Isidro a cargo de la acusación pública, el testigo hizo referencia a si el astro estaba para ser sometido a una intervención quirúrgica por el hematoma.
“El médico de cabecera de Maradona, que justamente es neurocirujano, sabe si un hematoma subdural se tiene que operar o no. El médico de cabecera conoce al paciente y sabe qué necesita”, explicó el facultativo.
Después agregó: “Nos parecía que el hematoma subdural no era tan categórico, pero como su médico de cabecera la pedía (por la operación). (El hematoma) Daba la impresión de que no era agudo y llevaba más de diez días. El hematoma subdural, cuando es agudo, es muy blanco y cuando es subagudo se ve gris y después negro. No es de buena práctica someter a un paciente a una cirugía sin los estudios prequirúrgicos. Se hizo porque todos sabíamos quién era el paciente. Lo decidió su médico de cabecera”.
“Las hijas confiaban en ellos”
Sobre el estado de salud de Diego, el testigo dijo: “Estaba sin foco neurológico, tampoco lo tenía previo a la operación. Es decir, no tenía ningún signo visible de que el hematoma subdural lo hubiese afectado. El que dice que lo había afectado es su médico de cabecera, Luque”.
Después, el médico habló de Maradona como paciente. “No era fácil. Al día siguiente de que lo operaron, el 4 de noviembre, ya se quería ir. Yo lo vi todos los días que estuvo ahí. Era un paciente muy complejo, no se dejaba revisar. Era complejo por el distanciamiento social, por la pandemia”.
Para Villarejo “las hijas delegaban en los médicos de cabecera lo que era mejor para su papá, no intervinieron mucho en esa reunión. Creo que confiaban en ellos”.
Al ser interpelado por una de las defensas sobre las irregularidades durante la internación, contó que por tratarse de Maradona dejaban ingresar personas de más a la Terapia Intensiva. “Me declaro culpable. Era un desparpajo. Estaba cualquiera. Yo era un peón en ese tablero”, se lamentó.
