Estela es una localidad perteneciente al partido de Púan que contaba con solo dos habitantes: Jorge Fajardo y María Celia Romero. Sin embargo, el matrimonio tomó la drástica decisión de irse y, de esta manera, Estela se convertirá en un pueblo fantasma, como tantos otros distribuidos al interior de la provincia de Buenos Aires.
Este paraje ubicado al suroeste bonaerense vivió al calor del Ferrocarril General Roca y creció gracias a la actividad agrícola-ganadera. En sus mejores tiempos llegó a tener una comisaría, una escuela, un almacén, una fábrica de harinas y 90 habitantes. Según el censo de 2001 sus habitantes eran 25 y, en el de 2010 solo dos personas vivían en estas tierras, Jorge y María. Tras el éxodo de la pareja, el pueblo comenzará un nuevo capítulo, donde habrá que esperar la llegada de nuevos habitantes, viajeros o de los amantes de los sitios abandonados.
Cuenta el medio Infocielo que, el matrimonio arribó a Estela hace más de 30 años, junto a sus hijos de entonces de 12 y 6 años. Ambos llevaban una vida muy tranquila y destinada al trabajo rural, al que se encontraban bastante acostumbrados ya que los dos provienen de otros pueblos rurales.
Vivieron los primeros años de su vida en pareja en Jacinto Aráuz, provincia de La Pampa, a 70 kilómetros de Estela. Más tarde se mudaron a otros sitios como Estación Algarrobo, Trenque Lauquen y Estación Fraile, donde los echó una inundación.
“Así fue que, de camino a otro campo, pasamos por Estela y nos enamoramos. Siempre estuvimos acostumbrados a pueblos chicos. A mi esposo le ofrecieron empleo en el molino y, además, nos prestaron esta casa, la misma desde hace 31 años. La sentimos como propia”, contó María Celia en diálogo con La Nación.
Allí construyeron su vida y educaron a sus hijos, quienes tiempo más tarde abandonaron el pueblo para buscar un futuro más prospero que Estela no les podía ofrecer. Tras años habitando el lugar, el matrimonio aseguró quiere irse y volver a Jacinto Aráuz. “No es porque no nos guste vivir acá, pero mi esposo tiene 72 años y está cansado”, explicó la mujer. “Además, nuestros hijos ya tomaron otros rumbos. Muchas veces pienso en cómo será mi vida lejos de Estela, porque me acostumbré y no aguanto los ruidos”, agregó.
A pesar de haber tomado esta decisión, María Celia asegura que extrañarán la paz del pueblo y que jamás abandonarían completamente a Estela, ya que regresarán cada 15 días de visita.
“Pasaba el tren de carga, había gente en las calles y el molino funcionaba. Yo había puesto un almacén que trabajaba bien, no se veía la miseria que hoy se sufre. También vivía el único habitante oriundo de Estela, que ya falleció. Ojo, hoy suelen recorrer este lugar algunas personas que lamentan cómo se ha desmantelado el ferrocarril. Y es cierto, pero a mí me gusta así como está, aún sin sus vías del ferrocarril, porque hasta eso fue saqueado”, concluyó María Celia recordando su llegada al pueblo.