Después de pasar un año fuera de casa, regresé. Después de imaginar mi regreso mil veces. Después de llorar infinitamente y de pedirle al cielo estar otra vez con mis hermanos, mis cosas, mis mascotas… Regresé el 24 de junio, y no fue como lo había soñado.
Lloré apenas crucé la puerta de mi habitación. Todo era desconocido. Mis mascotas se escondieron de mí: yo era una extraña para ellas, y esa casa también lo era para mí. Un año lejos… De lugar en lugar, de terapia en terapia, llamando “hogar” a otros sitios. Lloré porque la agonía había terminado. Porque, al fin, lo peor había pasado.
Extrañé a las personas de la clínica. Ese día ya no asistí al gimnasio, pero ya nos habíamos despedido. Me cuesta pensar que ya no volveré a verlos. Mi tío, desde San Nicolás, viajó temprano para traer mis cosas. Papá vino conmigo, en la ambulancia, como el primer día. Mamá nos esperaba en casa, con todo listo.
Ya pasaron más de dos semanas. Poco a poco tratamos de adaptarnos a esta nueva vida. No es nada fácil.
A veces hubiera preferido quedarme en la clínica. Pero reconozco que mis padres hacen todo lo posible para que me sienta cómoda. Discutimos. A veces descargo mis enojos en mi tablet, donde escribo lo que no puedo decir y una voz artificial lo lee por mí. Lloro de rabia e impotencia.
Uno de mis defectos es que lloro como un niño: con fuerza, con ruido. Ya no puedo hacerlo en silencio. Hay días en los que no puedo más. No puedo ser positiva. Ya no quiero ser la prioridad de nadie.
Hubiera preferido la muerte antes que soportar esta vida. Depender de otros para todo: que me cambien, me pasen a la silla de ruedas, me den de comer, me bañen… Nada de esto es fácil. Mi mundo ahora es este cuarto, y sus cuatro paredes son testigos de mi sufrimiento. No poder moverme, no poder avisar lo que necesito, lo vuelve todo más difícil.
Mamá es el pilar de todos. No se detiene. No descansa. No necesito verla llorar para saber que lo hace, en soledad, cuando nadie la ve. Su alma está cansada. Su corazón está amoratado de tantos golpes que la vida le ha dado. A veces la observo y me convenzo de que yo no quiero formar una familia con hijos, si es que algún día logro levantarme. Pienso: “No quiero aparentar ser fuerte.” Admiro profundamente a esas mujeres que callan, que aguantan, que se rompen por dentro y siguen enteras por sus hijos. Madres que hacen lo imposible. Yo no habría sido capaz. Y no me da miedo admitirlo.
Sé que mamá está agotada. Sé que también se pregunta “¿por qué?”. Siente que todo está en su contra.
Su verdadera lucha recién empieza, y ya no tiene fuerzas. Lamento no haberte escuchado cuando me regañabas. Lamento no haber comido mejor cuando me advertías que algo andaba mal. Lamento haberte mentido cuando sentías el olor a cigarrillo en mi pelo. Lamento no haber bebido agua, y verte correr detrás de mí con una botella. Recuerdo ese día en que lloré con desesperación por alguien que no me merecía. Dijiste: “Mirá cómo estás… cómo te dejó.” Había fumado cigarrillo tras cigarrillo, y mis manos temblaban sin parar hasta que, por fin, me dormí.
Cuando dañaron mi alma y él ultrajó mi cuerpo, cuando nadie nos veía, vos lo supiste. Fuiste la primera en darte cuenta. Sentiste el maltrato en carne propia. Perdón por todos los disgustos que te causé. Te invito a soltar juntas ese pasado, a sanar las heridas que nos dejó el tiempo, y a reír de lo malo. Esta rutina puede romper uniones, puede desgastarnos… y no quiero ser quien apague tus sonrisas. Un alma herida puede pudrir a otra, puede borrar la alegría. No dejemos que eso nos pase. Aprendamos a esperar los tiempos del otro.
Mi vida pasada dejó cicatrices.Tengo manías, necesito orden, perfección. No soy paciente y me cuesta ir despacio. Mi cuerpo se detuvo, pero mi mente no. Sigue creando ideas, incluso cuando duermo. A veces eso no es bueno: arrastra a los demás, los exige, los cansa. Por eso intento apartar mis necesidades, para que mamá también atienda las suyas. Tuve suerte: mi ACV no afectó mi parte cognitiva. Soy consciente.
Entiendo. Y desde mi lugar de hija, quiero decirte algo: No sos mala madre por querer respirar.
No sos mala por necesitar un respiro, por arreglarte, por salir un rato de esta rutina que te consume.
Dejá salir tus lágrimas. Decí que querés bajarte de ese tren. Tenés derecho.
Vestite bonito, secá tus lágrimas y pinta tus labios de rojo para regalarle una sonrisa a tu reflejo. Salí con tus amigas, bailá al compás de la vida y permití que el presente te abrace. Disfrutá cada instante a tu manera, porque hoy vivís por vos. Recuerda: estés con quien estés, sos una mujer libre. En realidad, todos somos libres… No pertenecemos a nadie, más que a la muerte. Ella es quien decide cuándo dar inicio y cuándo poner fin; ella elige el momento y la forma en que nos lleva.
Regresando al tema…Todos somos parte de esta agonía. Y aun así, mi corazón salta de felicidad con los chistes de Franco y Bruno a diario —sobre todo los de Bruno—, porque su humor nunca se detiene. Aunque sé que también sufre y puedo escucharlo, me aferro a esos momentos para mantener viva mi alegría.
Elijo creer. En Dios. En el universo. En lo que me traiga paz. Recuerdo a una profesora de filosofía —que en paz descanse— que decía: “Creé en lo que necesites. Una piedra, un árbol, un dios. Todo es válido si te da calma.” Paola nos dijo esto cuando cursaba el último año de secundaria en 2018, llevo sus palabras conmigo desde entonces. Yo creo en el poder de los hermanos, porque son capaces de sanar con risas, sin palabras. Entendí que, pese a las peleas, a los enojos, siempre estaremos unidos. Siempre encontraremos una razón para reír. Además, ella nos enseñó que nadie es egoísta por cambiar de pensamiento o de opinión. Eso no nos convierte en “falsos” ni en “hipócritas”; al contrario, forma parte de nuestro crecimiento, de aprender y de madurar.
Cada vez que descubro un cambio en mí, me regalo una sonrisa interna, me felicito en silencio… y entonces, inevitablemente, mi memoria se detiene en Paola, recordándola con un cariño que nunca olvido. Llevo 24 años y siempre la tengo presente en esos recuerdos, que el ACV no pudo llevar.
Hoy soy feliz de volver a tener eso que tanto anhelamos. Desde aquí comienza un nuevo mundo.
Un nuevo amanecer. Un nuevo comienzo. Aquella oruga que dormía en mi interior… Hoy salió a volar por el mundo como una pequeña mariposa. Tan poderosa. Y tan frágil a la vez. Todos tenemos una.
Y algún día, también saldrá a volar.
*Los nombres que aparecen en el texto fueron cambiados por la autora para conservar la intimidad de los protagonistas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Seguime en Instagram como yessica_suarez16 o en facebook como Yessica Suarez💕