A más de cinco décadas de haberse iniciado en la actividad, el chacabuquense Gustavo Donadío hoy es un referente entre los diseñadores, constructores y consultores de automovilismo deportivo del mundo. Actualmente radicado en el barrio de Miraflores, en Lima, Perú, dirige una organización que trabaja en distintos países de Latinoamérica y Europa. Desde allí conversó con Chacabuco en Red para recordar su niñez en Chacabuco, sus primeros acercamientos a los autos y el nacimiento de una pasión que hoy sigue tan viva como en ese entonces. También repasó su larga trayectoria.
Gustavo, que actualmente tiene 74 años, contó que su niñez en Chacabuco fue igual a la de otros chicos de su edad, con la diferencia de que su padre, Osvaldo “Coco” Donadío, tenía la concesionaria de Industrias Kaiser Argentina (IKA). Por eso, convivió con los autos desde chico, lo que le fue despertando una pasión que todavía dura. Acerca de esto, recuerda una anécdota.
“Volvía con grasa hasta los ojos”
“Me gustaba tanto el tema de los autos que en el verano, en vez de ir a la pileta del Club Social, de los cinco días de la semana iba cuatro al taller de la concesionaria. Nunca me voy a olvidar que tendría 10 años y el primer día que fui mi papá me dijo que me quedara en la oficina de venta de usados, pero yo quería ir al taller. Así que mi mamá me hizo un mameluco chiquito y a la noche volvía con grasa hasta los ojos. Lo que hacía era ayudar a los mecánicos a desarmar los motores de Jeep y a lavar piezas. Ahí empezó la vida con todo esto”, cuenta y evoca a su mamá, la recordada profesora Dora Cecilia Pietranera.
La concesionaria estaba en la primera cuadra de la calle Sarmiento, donde hoy se encuentra el supermercado La Anónima. En todo ese barrio, dice, había negocios de la familia Donadío, y recuerda que un tío vivía enfrente de la concesionaria, en la esquina estaba la estación YPF y a la vuelta funcionaba la oficina cerealera de Francisco Donadío.
Gustavo sostiene que su amor por los autos también se debe a que a su papá le gustaba ir a ver carreras. De él recuerda especialmente que manejaba muy bien, a pesar de que siendo chico había tenido un accidente y no veía de un ojo.
“Así que empezamos a ver las carreras con mi papá”, relata, y destaca que su padre le permitió que su primera actividad deportiva fuera competir en carreras de regularidad. “Yo a esa altura tenía 12 o 13 años y ya usaba los cronómetros, las reglas y papel milimetrado”.
Cuando finalizó la escuela primaria Donadío quería hacer la secundaria en el Industrial. El problema, dice, es que en ese tiempo en Chacabuco solamente se podían cursar tres años y después, para terminar los estudios, había que viajar a Chivilcoy. Ante esto, se decidió por ir al Colegio Nacional, donde se recibió de bachiller.

“En la época de la secundaria ya tenía pasión por la física, la química y la matemática, que era la base de mi futuro. Me acuerdo que ahí en el Nacional tenía como profesores a Quique Peninni, que daba Física, a Maccarini, y a Arroyo en Matemática. Me gustaban tanto esas materias que en 1969, cuando ya había terminado el secundario, fui a Buenos Aires a dar el ingreso a la Facultad de Ingeniería y sobre 2.000 personas que se presentaron entraban 800, y yo fui el promedio número 80, a pesar de que no tenía preparación de colegio industrial. Por eso, siempre digo que uno de los grandes apoyos que tuve fue la preparación en materias técnicas”, señala.
“No me recibí porque me puse a hacer autos de carrera”
Así ingresó a Ingeniería y estudió hasta cuando le faltaba un año y medio para terminar. “No me recibí porque me puse a hacer autos de carrera cuando tenía 20 años”, dice riendo, y agrega que a muchos colegas suyos, como Oreste Berta, les pasó lo mismo. “Lo que pasa es que después de cursar las materias que eran las herramientas que nos servían para hacer autos, lo demás ya no era tan interesante”.
A esa altura, como cuenta, ya estaba dedicado a hacer autos. De hecho, el primero fue un Fórmula que hizo en 1973, pero había comenzado a diseñar en 1971.
“Tuve la virtud de que pude entusiasmar a la gente”
“Cuando dije en Chacabuco que iba a hacer un auto de Fórmula mis amigos me miraron como diciendo que estaba loco, porque en esa época era una cosa rara, era el tiempo de las cafeteras y de los autos que corrían en tierra. Igualmente, enseguida se armó un grupo increíble de trabajo que se empezó a entusiasmar. Porque yo tuve la virtud de que pude entusiasmar a la gente, o sea, les transmitía tanta pasión que todos empezaban a creer que era algo que se podía hacer”.
En ese momento, continúa, apareció un piloto, Carlos Lanciotti -que venía de correr en cafeteras-, y también José Luis Sffaeir, a quien define como “mi mano derecha de toda la vida”. “A José Luis fue a quien le rompí las primeras herramientas, porque como no había ido al Industrial no sabía trabajar”, dice. También se sumaron al grupo Carlos Caricatti, Roberto Nicola, Pedro Admiraal y muchas personas más.
“Tito Urretavizcaya, que tenía 14 años, venía todos los días al taller, nosotros lo sacábamos porque era muy chico, pero él se subía arriba del auto de carrera. Lo mismo que me pasó a mí con construir autos de carrera lo tenía Tito con lo de ser piloto. Se ve que era su pasión, porque llegaba y pedía sentarse en el auto, y estaba horas sentado. A veces le robaba el karting al padre y salía a andar, era un mocoso”, recuerda.
Volviendo un poco para atrás, Donadío rememora que cuando todavía era muy niño se corría La Vuelta de Chacabuco del TC y por esos tiempos el Auto Moto Club tenía su sede frente al restaurante del Hotel Unión.

“Cuando estaba la carrera, los viernes a la noche iban ahí a sellar los autos. Entonces, esos viernes yo me iba a dormir a la casa de mis abuelos”, dice, en alusión a los padres de su mamá, que vivían en la calle Reconquista, donde luego estuvo la sede del Partido Socialista. De hecho, su abuelo, el médico Bruno Félix Pietranera, fue diputado nacional por esa fuerza política.
“Esas noches mis abuelos no me podían llevar a dormir, porque estaba en el balcón de la casa mirando lo que hacían en el Auto Moto”, cuenta.
Dos periodistas que lo ayudaron
También recuerda que, más adelante en el tiempo, cuando tenía unos 16 años, en el Teatro Italiano se hizo una conferencia sobre seguridad vial. “La charla la daban dos chicos que tendrían uno o dos años más que yo y que me sorprendieron. Resulta que eran dos periodistas que después fueron muy famosos en el automovilismo: Néstor Carbia, que ya no vive, y el profesor Alberto Juárez”.
“Ese día los invité a tomar un café a mi casa, porque mis viejos en esas cosas me apoyaron siempre, y les conté que iba a ir a Buenos Aires a estudiar Ingeniería. Entonces me dijeron que ellos ya estaban trabajando como aprendices en el programa ‘Campeones’, que salía por Radio Splendid, que quedaba en Arenales y Riobamba, y cuando me fuera a Buenos Aires los vaya a ver. Así que cuando ya estuve allá, a las ocho y media de la noche, que terminaba el programa, yo estaba en un bar de enfrente, que se llamaba Cervatillo, y los esperaba a ellos, que siempre salían con un piloto famoso o con alguien al que le habían hecho una nota”, relata. Así, entre muchos otros conoció a Juan María Traverso, que por esos tiempos tenía 20 años.
A través de Carbia y el profesor Juárez, Donadío -que seguía estudiando Ingeniería- comenzó a conocer gente del ambiente y también tuvo acceso a cosas importantes, como poder ver y estudiar un auto de Fórmula 1. Eso se debió a que el piloto Jack Stewart había venido a la Argentina con su Tyrrell para probar neumáticos Goodyear antes del Gran Premio que se corría en nuestro país. “No me alcanzaban los ojos para ver eso”, dice.
También con la ayuda de los periodistas, que solían viajar a Europa a cubrir carreras de F-1, Donadío pudo acceder a libros de su especialidad. “Todo eso me fue haciendo un back ground alrededor del estudio y a formarme como autodidacta. Después pasé a otra etapa, que fue la de investigar cosas más elevadas”, expresa.
El Fórmula 2 de Deguidi
En esa época también conoció al piloto Miguel Deguidi. “Le decían El Loco, corría en Fórmula 2 y se le había puesto que yo le iba a hacer un auto. Lo que pasa es que yo tenía 23 años, o sea que él estaba loco y nosotros más, porque era una categoría en la que ni Berta corría, eran cuatro o cinco marcas de autos europeos”.
Igualmente, y sin amilanarse, Donadío le hizo el auto a Deguidi y no les fue tan mal, porque ganaron varias carreras y salieron segundos en el campeonato con un Fórmula que revolucionó el automovilismo argentino.
“Fue revolucionario porque fue el primer Fórmula que se hizo acá que se desmontaba, o sea, le sacabas cuatro tornillos y tirabas para atrás el motor y la caja, autoportante se le decía en esa época. Además, fue uno de los primeros monocascos hechos en el país”, dice. Eso sucedió en 1975.
En los años siguientes, el chacabuquense hizo varios autos de Fórmula, uno de ellos para Guillermo “Yoyo” Maldonado, lo que le permitió conocer y hacerse amigo de Oreste Berta.
El nacimiento de Depac
Lo que pasó luego fue el nacimiento en Chacabuco, en 1979, de la organización Depac (Desarrollos Especiales para Autos de Competición), en la que los socios eran Donadío y Roberto Nicola, y el principal colaborador José Luis Sffaeir.
“Con Depac hicimos cantidades de autos de Fórmula, casi cien, incluida una exportación a Uruguay de 18 autos. Esa vez pasó que ganamos una licitación y fabricamos 16 autos, porque dos ya estaban hechos, en 100 días, lo cual era insólito para esa época. Esa es una de las cosas que recuerdo con más cariño. Después seguimos haciendo fórmulas, exportamos autos a Chile, salimos subcampeones en Argentina en Fórmula Renault, ganamos campeonatos en Uruguay hasta que un día, en el año 1984 o 1985, hicimos un proyecto que parecía espectacular. Era un auto de Fórmula Ford Internacional para correr en Estados Unidos y para comercializarlo en ese país”, afirma Gustavo, y continúa.

“Hicimos el auto, hicimos una sociedad en la que yo aportaba toda la ingeniería y el diseño del auto y la otra parte lo económico. Se hicieron dos autos, uno de ellos un prototipo, y fuimos allá. Un día fuimos a probar al circuito Willow Springs, en California, con Toto Echegaray, que era campeón de la Fórmula Renault. Y con ese auto hicimos el mejor tiempo”, cuenta. Entre los que ese día se quedó sorprendido con el auto argentino estuvo un inglés que les ofreció ser el representante de la sociedad en todos los Estados Unidos.
“Entré en un cono de sombras complicadísimo”
“Eso para nosotros era como tocar el cielo con las manos, pero como lamentablemente nos pasa a nosotros en la Argentina, con el tema cambiario y las leyes que se van modificando, cuando nosotros planteamos el negocio el auto era como 4.000 dólares más barato que los norteamericanos, pero como en un momento hubo cambios con el dólar, después se volvió invendible, era más caro que los otros. Así que se jodió el negocio y también la sociedad, y cuando todo parecía tan bueno yo entré en un cono de sombras complicadísimo. Era el año 1986 y dije ‘basta, no hago más autos de carrera’, lo cual era una mentira, pero quería convencerme de eso por la gran desilusión que había tenido”, señala.
La cuestión es que en los años siguientes se dedicó a vender ciclomotores Zanella 50 cc, que en ese tiempo estaban en su apogeo. “Se vendían como si fueran caramelos, era una cosa bárbara, ganamos mucha plata”, cuenta. Así eran sus días hasta que un llamado volvió a ponerlo en carrera.
(Mañana, la segunda parte de la nota)