INFORME

El verano en las cárceles argentinas: cuando se siente todavía más el encierro

Un informe de la Red Creer enviado a Chacabuco en Red acerca de cómo pasan el verano los presos.

Con la suspensión de actividades y la disminución de las visitas, las personas privadas de libertad atraviesan una mayor desconexión con el afuera durante los meses de vacaciones. En algunas unidades, ni siquiera pueden salir al patio o acceder a la biblioteca. La Red Creer alerta sobre los efectos que esta dinámica puede generar sobre las personas en contexto de encierro.

No hay escuela ni universidad. Tampoco actividades de formación, recreativas o laborales. Las visitas merman y el contacto con la Justicia también es menor. El verano en contextos de encierro dista mucho de vivirse como “vacaciones”. Mientras muchas de las personas en el “afuera” se toman un respiro durante enero, para las que están privadas de la libertad el aislamiento se siente más fuerte. “Esta situación, que es una dinámica histórica en las cárceles, puede afectar la integridad” de quienes están tras los muros, explicó Florencia Sequeira, coordinadora general de la Red Creer.

De marzo a los primeros días de diciembre, algunas personas que se encuentran en contextos de encierro pueden terminar sus estudios primarios o secundarios, cursar una carrera terciaria o universitaria, aprender habilidades técnicas o desarrollar las socioemocionales. Sin embargo, las actividades que las organizaciones de la sociedad civil realizan en la cárcel se interrumpen en enero por decisión de los servicios penitenciarios, cuando también hay feria judicial y una disminución del personal en los pabellones. Esa situación se extiende en el mapa del país, pero hay algunas zonas donde se profundiza.

“El período vacacional es bastante complicado. Aquí es una isla y muchas personas se van en el verano, entonces disminuyen las visitas”, planteó Soledad Carnebale, integrante de la Asociación de Mujeres e Hijxs Familiares de Detenidos de Tierra del Fuego y de la Cooperativa Liberté en Río Grande, ambas organizaciones integrantes de la Red Creer. “Esto repercute mucho en el estado de ánimo por la ansiedad que genera no tener nada más para hacer que no sea la interacción dentro del pabellón con los compañeros, con los que comparten las 24 horas”.

Además, durante enero en ese lugar de la Patagonia anochece a la medianoche por lo que las horas de luz son más, y se sienten todavía más largas cuando se suspende la rutina de aprender o entrenar -lo que en el resto del año tampoco pueden hacer todas las personas privadas de la libertad porque hay cupos- o hacer actividades recreativas como ir a la biblioteca o salir al patio cuando se desee. “Esto genera que se pierda la noción del tiempo, lo que a su vez genera mucho estrés y también eleva los conflictos dentro de los pabellones”, señaló.

“Hay una realidad que para las familias viajar a realizar las visitas implica desgaste y un gasto en términos económicos. Entonces, incluso si se promoviera mayores posibilidades de días para visitas, tal vez tampoco sería accesible para las familias”, evaluó, en tanto, Laura Macarrone, que es parte de la Asociación de Familiares de Detenidos y Detenidas (ACIFAD), miembro de la Red Creer. Para sortear la distancia física, sobre todo en el período de baja de actividad en la cárcel, las llamadas son el nexo con el afuera para las personas privadas de la libertad.  Como en las cárceles federales y en muchas provinciales no es posible usar el celular, ese contacto no puede ser mediante videollamadas para ver a sus seres queridos.

Un verano lejos de las tendencias

Con las altas temperaturas, habitar un ambiente refrigerado, consumir agua potable y alimentación saludable y fresca son las recomendaciones clave para cuidar la salud. Sin embargo, en la cárcel esas condiciones no suelen respetarse. “El tema de la comida es un problema al igual que la calefacción, lo mismo que durante el invierno”, aseguró Macarrone.  A ello se suman otros factores que afectan la calidad de vida, como el hacinamiento.

Hay un factor extra vinculado a la dieta de quienes se encuentran en contextos de encierro: “Muchos familiares garantizan las cuestiones que tienen que ver con el alimento, por lo que tienen que ver de qué manera dejárselo -a la persona que está privada de la libertad- si se toman 15 o 20 días de vacaciones”, explicó Carnebale.

La Red Creer, conformada por más de 160 organizaciones sociales, públicas y privadas de todo el país, brega por el acceso a condiciones dignas de transitar el encierro. “Sostenemos nuestro compromiso con la formación y la inclusión sociolaboral real de las personas que están o estuvieron privadas de libertad los 365 días”, concluyó Sequeira, su coordinadora.

Acerca de la Red Creer

Es un espacio colaborativo y multiactoral para el diseño, la implementación y la evaluación de distintas iniciativas de impacto colectivo orientadas a la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad o liberadas, y para sus entornos directos. Está conformada por más de 160 organizaciones privadas, sociales y públicas de todo el país.

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