El chacabuquense Sergio Bernabé Vargas ya lleva 33 años viviendo en Chile y luego de haber sido una de las máximas figuras futbolísticas de ese país, ahora quiere retomar su actividad como director técnico, que ya ejerció años después de haber colgado los botines.
“Quiero volver a ser entrenador”, expresó el exjugador en una entrevista realizada con un canal de deportes chileno, en la que también recordó lo difíciles que fueron sus inicios en las divisiones inferiores de Independiente de Avellaneda, a las que llegó con sólo 13 años, así como un consejo que le dieron sus padres que le quedó grabado en la memoria.
Luego de haber debutado en la primera de Independiente en 1984, y después de un breve paso por Emelec de Ecuador, Vargas llegó a tierras chilenas en 1992 para jugar en la Universidad de Chile, también conocida como La U. Aún hoy es idolatrado por los hinchas de ese club, ya que formó parte del plantel que en 1994 consiguió un campeonato después de 25 años. Además, en su momento se nacionalizó chileno para ser arquero titular en la Selección de ese país que disputó las eliminatorias para el Mundial de Corea-Japón 2002. De aquellos partidos quedó en la historia el día 2 de junio de 2001 , cuando, jugando en Asunción, le atajó un penal al arquero paraguayo José Luis Chilavert.

El chacabuquense dejó su sello en Chile, al punto de que fue elegido el mejor arquero que tuvo La U en su historia y el segundo mejor en la historia del fútbol de ese país. Otra muestra de ello es que en esas tierras se le puso el apodo de Superman, por el que aún hoy es más conocido que por su verdadero nombre.
“Al principio no me acomodaba ese apodo. Además, es demasiada responsabilidad porque Superman es el que todo lo puede, el invencible, y yo soy un ser humano común”, expresó Vargas la semana pasada, en una entrevista emitida en el canal TNT Sport Chile.
Durante la nota, el exarquero recordó cómo fueron sus inicios en las divisiones formativas de Independiente, a las que llegó en marzo de 1979. Así lo contó:
“Yo me fui de Chacabuco, donde estábamos a cinco horas de Buenos Aires, para vivir en la pensión de Independiente, que estaba abajo del estadio, un lugar frío, oscuro, medio triste. Eso era en la cancha antigua de Independiente, no la actual, y la pensión no estaba en las condiciones que tienen los jugadores de hoy. Teníamos esas camas cuchetas, éramos veinte chicos viviendo ahí, bajo la tribuna, y nos daban de comer en el casino del estadio. Yo llegué con 13 años y futbolísticamente me iba bien, pero pasó el tiempo y empecé a extrañar. Además, a veces la comida no era tanta”.
En esos tiempos compartía pensión con algunos de quienes luego serían jugadores muy conocidos en el equipo de Avellaneda, como José Percudani, Pedro Massaccesi y Gerardo “La Vieja” Reynoso.
“Había veces que comíamos a las siete o las ocho de la noche y ya a las once teníamos hambre, y no había plata, porque nos daban un viático que alcanzaba para ir al entrenamiento, o te comprabas un jean y quedabas seco. Entonces, muchas veces por la noche tomábamos mate, para calmar el hambre, o nos juntábamos con los pibes de la pensión de Racing, que estaba a dos cuadras, para ir a un lugar donde hacían churros y bolas de fraile para ver si les sobraban y nos daban. A veces nos daban y calmábamos el hambre, pero fue duro, no fue fácil, veíamos a la familia con suerte una vez al mes”.
“Recibí un gran consejo de mis papás”
“Yo tenía en Chacabuco a mis papás, mis hermanos, mi abuela, que vivía con nosotros, mis amigos, el barrio, la ciudad, y en Avellaneda estaba solo. En mi casa no sobraba nada, pero había todo, como el plato de comida, tu mamá que te hacía la camita, el cariño, el amor. Entonces, en un momento empiezo a extrañar, y logro ir a Chacabuco, digo logro porque a veces quería ir, pero no tenía plata, es más, a veces me colaba en el tren o me iba a dedo, era toda una aventura cada viaje. Así que en uno de esos viajes le digo a mis papás que ya no aguantaba más, que extrañaba y quería volver. Tenía 15 años, había estado dos años y no aguantaba más. La situación se me hacía muy difícil”.
“Ahí recibí un gran consejo de mis papás que me sirve hasta el día de hoy. Ellos me dijeron que yo había elegido, porque cuando me fui mis papás no me querían dejar ir, porque tenía 13 años y me iba a un lugar tan grande como Buenos Aires cuando nosotros en Chacabuco éramos 20.000 con suerte y nos conocíamos todos. En esos años donde yo vivía eran calles de tierra, ahora ya no, y enfrente había un monte. Mi vida era ir al colegio, fútbol, bosque, canchas por todos lados”.

“Así que mis papás me dicen: ‘Vos quisiste irte y elegiste un camino, ahora no podés aflojar ante el primer obstáculo que te aparece. Para lograr tu objetivo -porque mi sueño era ser futbolista profesional- no podés bajar los brazos. Tenés que luchar, no podés darte por vencido. Así que intentalo, si después no podés, regresá’”.
“La verdad es que en ese momento muy convencido no quedé, porque no la estaba pasando bien, pero volví, empezó a pasar el tiempo, y deportivamente estaba bien, porque jugaba y era titular”.
“Un año después más o menos, ya con 16 años, me habla el jefe técnico de las divisiones inferiores, que era Nito Veiga, que después fue técnico del primer equipo. Nito me dijo: ‘Mirá, Sergio, hemos traído un arquero para tu categoría, mide como un metro noventa, y vos no vas a jugar porque no estás desarrollado’, porque yo era muy flaquito y no había dado el estirón. Y me dijo que me daba la posibilidad de buscarme otro club y si me quedaba no iba a jugar. En ese momento me acordé de los consejos de mis viejos de no darse por vencido y perseverar, a pesar de que fue un golpe fuerte, porque llevaba tres años y medio con mucho esfuerzo, sufriendo mucho y con mucha tristeza. La opción era volverme a jugar en River de Chacabuco y trabajar, o me quedaba y peleaba”.
“Como me habían dejado una ventanita abierta, decidí quedarme y pelear. Lo que pasa es que no era un tema técnico, sino de físico. Hablo del año 1981 o 1982, y ahí vienen las personas importantes que aparecen en tu vida. Apareció Miguel Ángel Santoro, Pepé, que recién entraba al club. Él me hizo un programa de trabajo”.
“En ese momento no se usaban las pesas, era tabú en fútbol, porque decían que te ponían lento. En el lugar de entrenamiento teníamos una barra y yo empecé a hacer barra. Al principio hacía cinco. Después de varios meses terminé haciendo diez series de diez. También había un cuadrado de arena y ahí trabajábamos mucho con las pelotas medicinales, que pesan 4 o 5 kilos. Y ahí fui, con Pepé haciéndome volar en la arena, haciendo 400 o 500 abdominales diarios, todo en la arena, y así estuve seis meses, de lunes a viernes, sin tocar una pelota de fútbol y sin jugar”.
“Pasan esos seis meses y vuelvo a la parte futbolística y a las dos semanas ya era titular, y el grande de un metro noventa quedó en el banco de suplentes. Y no sólo eso, sino que me promocionan a una división superior. Tenía edad de quinta y pasé a cuarta. Yo tenía una buena formación, de lo que había aprendido en Chacabuco, con varios buenos entrenadores, pero al tener un entrenador arquero como Pepé, en todo aspecto tuve un salto de calidad”.

“Siempre hay dos caminos: luchás o no luchás”
“Y mirá cómo son las cosas: Nito Veiga, que en su momento era el jefe del fútbol formativo y me había dicho que me busque club, un año después fue designado técnico del primer equipo de Independiente, y es él el que me promociona para entrenar con el primer equipo, que fue mi primer gran paso, en el que uno ve el sueño más cerca. Nito me llevó a entrenar con primera, fuimos con la Vieja Reynoso, un verano en el que todos se fueron de vacaciones y nosotros dos nos quedamos en la pensión solos”.
“Así que siempre hay dos caminos: luchás o no luchás, creés en vos o no creés. Además, no es sólo creer en uno, también tiene que haber personas que crean en vos, pero yo digo que las personas confían en vos cuando ven cómo trabajás, la disciplina que tenés, tu mentalidad”.
Hasta llegar a ser profesional en Independiente, Vargas tuvo que hacer varios trabajos para poder sostenerse. En la entrevista contó que uno de ellos fue en un kiosco que estaba al lado de la cancha.
“El kiosco se llamaba El Gordo y lo atendían el Coco, del que me hice muy amigo, que pesaba como 200 kilos, y su mamá, doña Ema. Yo estaba siempre en el kiosco y me hice amigo de él. Y como estaba al lado de la cancha, al principio él los días de partido me ponía una heladerita afuera del kiosco y yo vendía bebidas, y de lo que vendía a la gente que pasaba me ganaba unas lucas”.
“Después empecé a trabajar con él atendiendo el kiosco. Además, en la Argentina en ese momento se jugaba mucho a la quiniela clandestina y a las carreras de caballos. Así que me puse a trabajar con él levantando quiniela y apuestas para las carreras de caballos. Así me ganaba mis pesos”.
“Después, salí de la pensión de Independiente y me fui a vivir con unos tíos que estaban en Villa Devoto, a una hora y media de Avellaneda. Ahí entré a trabajar en una fábrica de zapatos, y estaba a cargo de una máquina que ponía los tacos. En la fábrica, que estaba a la otra cuadra de la casa de mis tíos, entraba a trabajar a las seis de la mañana, estaba hasta las 12 o 12.30, volvía a lo de mis tíos, comía y me iba a Avellaneda. Entonces, empezábamos a entrenar a las cuatro y llegaba a las ocho o nueve de la noche, cenaba, me acostaba a dormir y al otro día de nuevo levantarme a las 5 o 5.30. Fue otra experiencia difícil”.
Finalmente, su debut en la primera de Independiente se produjo en 1984, justo el año en que el equipo consiguió la Copa Libertadores de América y la Copa Intercontinental. Allí estuvo ocho años, en muchos de los cuales fue titular, hasta que a mediados de 1991 pasó al Emelec de Ecuador y en 1992 llegó a La U de Chile.

“Si bien me formé en Independiente, donde estuve 12 años, y también es muy importante, porque ahí me formé como persona, La U es el equipo de mi vida, el amor de mi vida”, dijo.
En la Universidad de Chile jugó hasta 2002 y en 2003, cuando no le renovaron el contrato, firmó con la Unión Española, otro equipo de la primera división de ese país.
Antes de colgar los botines, decidió jugar un año en un club de Indonesia: “Dije: ‘¿Y si me lo tomo como una aventura para conocer la otra parte del mundo?’”., comentó.
“Estuve muchísimos años para adentro”
Al hablar del camino recorrido hasta ser profesional en Independiente, el chacabuquense hizo hincapié en los momentos amargos y el sacrificio realizado.
“Era tremendo y algo que yo lo viví solo, casi ni a mis amigos que venían de Chacabuco a veces les contaba. Llevaba la procesión por dentro”, dijo, y agregó: “Estuve muchísimos años para adentro”.
También reflexionó sobre lo que es para él la vida.
“En la vida uno no termina nunca de aprender y la vida misma es una constante de hacer cosas, de no quedarte parado ni sentado, porque si no te venís abajo. También es importante la adaptación, que quiere decir ‘tengo ciertas capacidades para ciertas cosas, y es la zona en la que yo mejor me desarrollo’, pero también hay que aceptar desafíos en cosas que no es que no tenga las condiciones, sino que no las has experimentado, y son mundos nuevos por descubrir. Eso te mantiene activo, mental y físicamente, y te mantiene motivado”, dijo.

“En alguna etapa de mi vida pensé en eso de parar y quedarme en mi casa tranquilo. Y lo que aprendí es que no quiero nunca quedarme tranquilo, sí a lo mejor bajar un poco las intensidades, pero siempre hacer algo, siempre estar atrás de un proyecto, de descubrir algo nuevo, en muchas cosas, desde lo laboral o lo personal. Uno tiene que hacer cosas. Me he dado cuenta que quedarme mucho tiempo en mi casa no me hace bien, estoy más triste, pierdo motivación, chispa, siempre tengo que estar detrás de algo”, agregó.
“Quiero volver a ser entrenador”
Ahora, contó, su proyecto es volver a ser director técnico, como lo fue años después de haber dejado de ser futbolista. En aquellos tiempos dirigió a clubes de la segunda y la tercera división chilenas, como Deportes Temuco, Sportverein Jugendland Fussball y Trasandino de Los Andes. Luego, en los años siguientes, fue comentarista y panelista en distintos programas de fútbol de medios de comunicación de Chile y director deportivo de La U y del Club Barnechea.
“Quiero volver a ser entrenador. No le di continuidad a mi carrera y creo que es algo para lo que tengo las capacidades, las condiciones y la experiencia, y estar en un campo de juego es lo que me gusta y apasiona. Por eso he optado por alejarme de otras cosas, no quiero estar en los medios de comunicación y ya no quiero las gerencias deportivas, sino entrenar un equipo. Ese es mi desafío y mi proyecto, y espero lograrlo”, expresó el chacabuquense.