Algo me sostiene. Estoy sentado sobre un mármol y mi equilibrio es aún incipiente. Soy pequeño, muy pequeño, y dependo de tus brazos y tus manos para no caer. Estás cerca y yo me siento seguro. Aprendo con curiosidad que lo oscuro de esas gafas no son una amenaza, que detrás de ellas hay seriedad, respeto, y algo de temor tal vez, pero no miedo.
Apenas tengo hoy el vago recuerdo de esa mañana soleada en la plaza. Unas cuantas fotos familiares que plasmaron en blanco y negro mis primeros pasos sobre la tierra. Y mientras pienso en eso, el 619 ya está en marcha. Sin querer, hicimos unos cuántos kilómetros y no sé porque, volví de mi niñez temprana a la calurosa cabina del azul. Vos al volante. Un cigarrillo, la voz de la radio, una distancia a recorrer y las mismas gafas oscuras clavadas en la ruta.
Unos instantes más y mi mente insiste en fugarse nuevamente. Siempre, insistente y pegajoso, el pasado reclama atención. Me resisto, lucho, algo me dice que ahora no es el momento de revivir la felicidad de mi niñez. Entonces, para salir del embate, te propongo unos mates. Y aceptas, claro.
Un cambio en la voz de la radio nos da pie para resolver, cuál si fuéramos reyes absolutos, todos los problemas de la vida de fines de los 80. Entonces chocan cientos de soluciones que tiramos al aire amparados por nuestra privacidad. Así, coincidencias y divergencias, encuentros y disparidad, nos devuelven una encrucijada en nuestros caminos. Luego el silencio. Cada uno buscando con la mirada un punto en el horizonte donde descansar los pensamientos. La conclusión queda entre los límites metálicos del 619, y sospecho, en nuestros corazones.
Totalmente indiferente a nosotros, inmutable y con paso firme, el azul nos acerca a destino. Nuestras miradas lucen diferentes, y a pesar de ello, sabemos que es hora de volver. Retomar un otro camino nuestro, una otra instancia en la relación imantada por el amor y el desamor. Estamos en las alturas donde nos olvidamos de los baches pasados en el camino. Entonces, saboreás el último mate, lo mantenés un instante eterno en tu mano y me lo das. “Gracias”, me decís, como culminación de un acto. Miro hacia otro lado buscando la nada y solo encuentro la silueta de un monte lejano.
No me escuchaste cuando dije “No, gracias a vos”, pero el 619 fue testigo.
Marcelo
Hermoso.Gafas siempre en nuestros corazones.