Cruce de los Andes: Día 4

Diario de viaje de un grupo de chacabuquenses que realizaron el cruce de los andes.

El día 23 de febrero comenzó esta aventura para un grupo de vecinos de Chacabuco conformado por: Ignacio Aprile, Mariano Nieto, Joaquín Scocco, Maxi De Bello, Leo Quiroga, Silvina Belingueres, Rosana Peralta y Milena Goddard.

Los viajeros compartieron con Chacabuco en Red su diario de viaje y espectaculares fotos que lo ilustran. Iremos subiendo día por día esta apasionante aventura.

Día 4 – Relax

Es el día de descanso y no hay horario para levantarse. De todos modos, amanezco temprano. Ya de por sí no me gusta dormir demasiado, y cuando estoy de viaje mucho menos. Salgo de la carpa sin mirar la hora. Afuera ya está claro, pero el sol apenas está comenzando a asomar. No hay nadie levantado, o al menos nadie afuera. Doy un par de vueltas por ahí y decido meterme nuevamente en la carpa para hacer un poco de tiempo y esperar a que el resto se levante.

Un rato más tarde ya se escuchan algunos ruidos afuera. Martín me avisa que el refugio está abierto y ya podemos ir a desayunar. Cargamos las cosas y nos vamos en busca de la comodidad del refugio. Poco a poco, aquellos que tuvieron la suerte de dormir un rato más se van sumando.

El desayuno se hace largo, no hay ningún apuro y estamos muy cómodos. Afuera pinta que va a ser un día hermoso. Como dije al principio de estos relatos, soy bastante inquieto, así que mi cabeza ya estaba pensado en planes para el resto del día, no me imaginaba sentado por ahí el resto de la mañana y toda la tarde sin hacer nada.

Habían pasado ya las 10.30 am cuando decidimos caminar un rato por el lugar. Salimos en dirección al río con las cámaras y un equipo de mate. Luego de unos 50 minutos de caminata por lo que en algún momento parece haber sido el cauce de un río, buscamos reparo del viento y nos dispusimos a tomar unos mates.  

La idea era ir un poco más lejos, pero la parada matera nos robó algo de tiempo y por la hora que era decidimos volver al refugio, para no retrasar el almuerzo y ver si Martín necesitaba ayuda. De regreso levantamos algo de leña que luego sería canjeada por agua caliente para aquellos que quisieran disfrutar de un baño. Solo las chicas hicieron uso de esa opción por la noche.

No recuerdo a qué hora almorzamos. Si recuerdo que en algún momento después del mediodía llegó un grupo grande de gente que venía del límite con Chile a caballo. La cosa se puso movida en el refugio. El lugar se llenó de gente. El alcohol comenzó a correr temprano para algunos. La cocina estaba a full. Poco a poco nos íbamos sintiendo más cómodos en aquel lugar.

Dedicamos una parte del día a intentar reparar las botas de Leo, un tema bastante importante y que nos tenía preocupados. Si bien aporté mi granito de arena debo decir que Martín hizo una obra maestra. Todo parecía indicar que ahora sí las botas iban a llegar al final de la travesía. Cruzamos los dedos por eso!

En algún momento después del almuerzo las chicas comentan que había una laguna que se podía visitar, era cerca. Solo había que cruzar un río y caminar unos 40 minutos. Mi cabeza ya estaba más tranquila habiendo encontrado un plan para la tarde. Eran aproximadamente las 16 cuando salimos rumbo a la Laguna de los Patos (así se llama) con Maxi, Mariano y Milena. El resto aprovechaba su tarde descansando y divirtiéndose con algunos juegos de mesa.

Ceca de las 18hs ya estábamos de regreso, justo para la merienda. Sin embargo, con Maxi y Mariano teníamos planes de subir a un mirador a ver la puesta de sol, así que cargamos un equipo de mate y ya estábamos nuevamente en marcha. Era cerca, media hora en subida como mucho. Cuando llegamos arriba era tanto el viento y tan poco el reparo que ofrecían las pocas piedras que encontramos que no duramos mucho en el lugar. Antes de las 20 ya estábamos nuevamente en el refugio. Pasamos por las carpas, nos pusimos la ropa de descanso y enfilamos hacia adentro para dar una mano con la cena. Llegamos justo a tiempo para ayudar a preparar las pizzas.

La cocina estaba en su punto máximo. El otro grupo era bastante numeroso y no escatimaban en comida. Mientras algunos preparaban unas pastas con salsa otros se encargaban de hacer unas tortas fritas que servían de entrada. Era todo un banquete el que tenían por delante.

Retrasamos unos minutos la cena para esperar a las chicas que estaban terminando de bañarse. Se ve que no fueron las únicas que quisieron disfrutar de ese lujo y la cosa se atrasó. Aun así, pudimos cenar bastante temprano.

Los amigos del grupo que andaban a caballo resultaron ser “vecinos”, eran de Chivilcoy. Hablamos un buen rato con ellos, sobre todo con uno en particular, que había realizado a caballo todas las rutas sanmartinianas.

La noche se presentaba ideal. Casi no había viento y no hacía mucho frío. Cuando salimos del refugio parecía que no había muchas estrellas, pero cuando los ojos se acostumbraron a la oscuridad pudimos ver como aparecían cada vez más luces en el cielo. Fuimos con Maxi a buscar las cámaras para intentar hacer algunas tomas nocturnas. Anduvimos un buen rato dando vueltas hasta que nos venció el cansancio.

Cuando volvimos al campamento ya todos estaban dentro de sus carpas, aunque todavía se escuchaban algunas voces. Si bien nosotros también teníamos la carpa armada, la noche nos invitada a hacer un vivac, así que armamos un pequeño reparo con nuestras mochilas y acostados boca arriba nos preparamos para disfrutar del espectáculo que el cielo ofrecía. Aguanté despierto mirando las estrellas todo lo que pude, que no deben haber sido más de 10 o 15 minutos. Recuerdo que antes de dormirme pensaba en la suerte que tenemos de poder estar acá…

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