Cruce de los Andes: Día 3

Diario de viaje de un grupo de chacabuquenses que realizaron el cruce de los andes.

El día 23 de febrero comenzó esta aventura para un grupo de vecinos de Chacabuco conformado por: Ignacio Aprile, Mariano Nieto, Joaquín Scocco, Maxi De Bello, Leo Quiroga, Silvina Belingueres, Rosana Peralta y Milena Goddard.

Los viajeros compartieron con Chacabuco en Red su diario de viaje y espectaculares fotos que lo ilustran. Iremos subiendo día por día esta apasionante aventura.

Día 3 – La paliza

Cuando sonó la alarma (5.30 am) ya estaba despierto. Todavía era de noche. Martín no tardó en llegar con un termo de agua caliente, galletitas y dulce leche. Hay que arrancar el día bien alimentado. Será una jornada dura y el cuerpo necesita energía. Acomodamos un poco las cosas y nos dispusimos a desayunar con Maxi, mi compañero de carpa.

Poco a poco el lugar comienza a cobrar vida, todos vamos saliendo de las carpas. A las 7.30 am el campamento ya está desarmado y solo quedan ajustar algunos detalles. Cerca de las 8 am ya estamos listos para partir. Si todo sale bien, tenemos por delante entre 12 y 14 horas de caminata. Es el día más duro de toda la travesía. Iremos desde el campamento Yaretas (3.400 msnm) hasta el Refugio militar Real de la Cruz (2.900 msnm), cruzando por un paso de 4.200 msnm que representa el punto más alto de toda la expedición. Serán 800 mts de desnivel positivo (o en ascenso) y otros 1400 mts de desnivel negativo.

Salimos a ritmo tranquilo para cuidar el cuerpo y tratar que nos acompañe durante el resto de la jornada. El viento ya nos avisa que, si bien el día está hermoso, él no nos dará tregua.

Arrancamos en subida. La primera parte es todo hacia arriba hasta llegar al paso. Tenemos que superar esos 800 mts de desnivel. El sol ya se encuentra más alto y comienza a calentar e iluminar todo alrededor. Es buen momento para sacarse algo de abrigo, aunque el viento no deja que entremos del todo en calor. El equipo viene muy bien. Vamos haciendo paradas durante la trepada para recuperar el aliento, hidratar y comer algo. En el último descanso calculamos que nos queda una hora para llegar al paso, punto final de la subida. Tomamos una foto grupal y encaramos el último tramo de la pendiente.

A medida que ganamos altura el viento es cada vez más fuerte, pero las vistas son cada vez más impresionantes. Es imposible no detenerse a admirar el paisaje que nos rodea. El cielo se presenta totalmente despejado, de un azul potente, y las montañas muestran una gran variedad de colores. Parece como si estuviéramos mirando un cuadro.

Cuando falta poco para por fin llegar al paso, los síntomas de la altura se hacen sentir y nos vemos obligados a parar un rato para que algunos de los chicos se recuperen. Unos minutos más tarde y con los chicos en mejor estado continuamos la marcha. Las ráfagas de viento alcanzan los 65/70 kilómetros y por momentos se hace muy difícil caminar.

Llegamos finalmente al paso. Antes de cruzar, Martín se adelanta para verificar cómo están las condiciones mientras nosotros nos quedamos con el resto del grupo. Cuando vuelve, nos avisa que las ráfagas de viento son muy fuertes, que vayamos con cuidado y atentos. Vuelan algunas piedritas por el fuerte viento y es difícil mirar hacia adelante, pero el paisaje nuevamente exige levantar la vista. Aparece delante nuestro un nuevo valle y en el horizonte se divisa un gran pico nevado. Cruzamos lo más rápido que podemos el paso y encaramos la bajada con mucho cuidado y a buen ritmo, para perder un poco de altura y no estar tan expuestos. Unos minutos más tarde, estando ya en un sector más tranquilo de la bajada, podemos disfrutar finalmente de la vista que tenemos delante. El viento sigue soplando fuerte y frío, pero ya no resulta peligroso, solo molesto.

Descansamos un ratito. Agua y algo de comida de marcha. Todo el trayecto que nos queda por delante es en bajada, a excepción de alguna que otra subida aislada.

Seguimos caminando y perdiendo altura hasta que encontramos un buen reparo para almorzar. Son las 15 y el equipo tiene hambre. Preparamos una picada y aprovechando el reparo nos quedamos un ratito tirados al sol. Calculamos que nos faltan por lo menos 4 horas y media para llegar a destino, pero encontramos consuelo en el paisaje que nos envuelve y en que el trayecto es todo hacia abajo y sin demasiado desnivel. Arrancamos nuevamente a caminar.

Pasan pocos minutos cuando Joaquín y Mariano se adelantan al resto del grupo para llegar antes al campamento y tener todo listo para cuando llegue el resto. En el lugar de destino hay un refugio militar, la idea es ver si nos dejan usar las instalaciones, al menos para cocinar y comer. Si bien el ritmo se hace un poco más rápido aprovechando la bajada, comenzamos a tener algunos problemas con un par de botas que nos obligan a parar más de una vez para ir “arreglándolas”.

Vamos bordeando un río por un valle que, a diferencia del anterior, se presenta bastante verde. Atrás quedó el paisaje árido de la altura. Llegamos a un punto donde hay que vadear el río. No parece muy complicado. Buscamos piedras que nos permitan saltar y evitar quitarnos las botas y meter las piernas al agua. No hay caso. Cambio de calzado obligado y piernas al agua. El río no es demasiado ancho y cruzamos rápido y sin problemas. A esta altura, las botas de nuestro amigo ya están bastante más dañadas y son muy difíciles de arreglar con lo que tenemos.  

Queda poco para llegar, llevamos unas 12 horas de caminata. Una última subida corta y de ahí en más todo es bajada hasta el campamento. Vengo último cerrando el grupo. Me gusta ir en ese lugar, me da más tiempo para sacar fotos. Si bien el sol aún ilumina el paisaje, ya se escondió detrás de las montañas. Es un espectáculo hermoso ver los últimos rayos de luz del día bañando las cumbres más altas que nos rodean. Encaramos con actitud la subida, físicamente ya quedaba poco resto. Termina la cuesta y asomamos a otro valle de sueño. Los colores en el horizonte no dejan de sorprendernos.

Desde la altura vemos por fin el refugio gracias a un cartel hecho en piedra que indica su nombre: Real de la cruz. Emparchamos las botas con un cinto en un intento desesperado por hacer que lleguen hasta el campamento. Unos minutos más tarde ya estamos ahí. Vemos las carpas armadas y es señal de que adentro no se puede dormir. Si nos dejan cocinar, comer y usar las instalaciones. Un lujo. Nos cambiamos rápido y nos vamos adentro. Se valora mucho la comodidad y el abrigo del refugio. Preparamos la comida y pronto todo el mundo a dormir. Fue un día duro y estamos muy cansados. Aunque el cielo este cubierto de estrellas, no hay energías ni para la foto nocturna.

Mañana toca día de descanso y eso nos deja más tranquilos, no es poca cosa tener un día entero en un lugar así para relajarse y recuperar. Me duermo apenas me meto en la bolsa.

Reviví el Día 1

Reviví el Día 2

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