En las últimas décadas se ha profundizado el éxodo hacia las ciudades de familias que vivían en el campo. Sin embargo, todavía hay quienes residen en el medio rural y muchos de ellos no lo cambian por nada. Es el caso del vecino Miguel Decundo, que vive en una chacra de la zona de Las Madreselvas y, según dice, ama la vida de campo.
“Yo tengo 60 años y viví siempre en las chacras”, cuenta Decundo, cuya infancia y primera adolescencia las pasó en un campo de su abuela, situado a un kilómetro de la Escuela N° 18. Posteriormente, cuando falleció su madre, con su padre se instalaron en la chacra situada cerca de Las Madreselvas.
“Esa era la chacra paterna, de los Decundo, de mi abuelo, donde estaban mis tíos y mi viejo. Ahí me quedé para siempre”, dice. En esas épocas, muchas familias vivían en esa zona del sector rural de Chacabuco.
“Ahora no quedó nadie”
“La vez pasada anduve por el barrio de la Escuela 18. Ahí había muchas familias, pero ahora no quedó nadie. Ahí estaban las chacras de los Lonzo, los Olivetto, los Valente, bueno, ahí no quedó nadie. Y en el barrio donde estoy ahora pasó lo mismo. Ahí había muchas chacras, muchas granjas que tenían gallinas, chanchos, y prácticamente no fue quedando nada de eso. ¿Por qué? Porque la gente abandonó la actividad rural y alquiló la chacra, y la mayoría se vino al pueblo. Igualmente, no estamos tan lejos de la ciudad, y viniendo para acá vive gente, pero lo que son las chacras como las que había antes, con animalitos, no quedó nada”, relata el vecino.
Según dice, este éxodo tan grande de las chacras se dio sobre todo a partir de los ‘90. En su opinión, ello se debe, primero, a que las actividades de granja dejaron de ser negocio, por lo que a los dueños de las tierras les convenía alquilarlas.
“El chacarero chico fue desapareciendo, porque no podía subsistir. Pero por otro lado, pasa que la generación que estaba antes, que se dedicaba a los trabajos de chacra, no está más, y los hijos de esa gente no siguieron con la actividad y se dedicaron a otra cosa, porque era algo poco rentable. Me acuerdo que antiguamente se sembraba hasta batatas y se vendía en el pueblo. También había unos tambitos. Bueno, todo eso desapareció”, señala Decundo, que aún recuerda lo que le contaban sus mayores sobre la cantidad de quintas de verduras que había esa zona, en las que se producía para vender en Chacabuco y para consumo propio.
“Me da pena cómo se perdió eso”
“Lo que lamento es que se haya perdido eso de que la gente viva en las chacras. Lamentablemente, está quedando muy poca gente que viva ahí y que tenga sus chanchitos y que críe sus gallinas y pollos”, expresa el vecino, antes de estimar el porcentaje de familias que dejaron las chacras.
“Si se toma mi barrio, por ahí quedó el 10 por ciento de lo que había, pero en la totalidad de los campos no quedó ni eso. Van quedando algunas casas grandes, donde los dueños tienen maquinaria agrícola, porque al menos en mi zona quedó muy poca ganadería. A mí me da pena cómo se perdió eso”, lamenta.
Decundo tiene su casa a unos 5 kilómetros de Chacabuco. Según cuenta, ahora la ciudad está mucho más cerca, ya que la urbanización se fue extendiendo. “Antes para estar en el pueblo había prácticamente que llegar a la esquina del Hospital. Ahora se extendió mucho por lo que era la avenida Colón. Empezaron con las canchas de Huracán y de Argentino y en los últimos 7 u 8 años se lotearon muchas quintas. Últimamente, con esta situación, eso se fue frenando”, dice.
“El sistema me sacó”
Hasta hace unos años, Miguel se dedicaba a sembrar campos con un “equipo chico” que tiene, pero debió dejar.
“Ahora me dedico a mi chacrita, donde tengo algunos animales, me quiero agrandar con gallinas, y hago alguna reparación de maquinaria. También hago un poco de soja y maíz. Apunté a eso porque lo de sembrar y cosechar afuera no lo pude sostener. Si bien tengo la maquinaria, es vieja y no sirve para competir. Digamos que es como que el sistema me sacó. Por eso es que, lamentablemente, como desaparecieron esas cosas que contaba, al productor chiquito también le pasa. Cuando hoy en día hace números, le conviene dejar la maquinaria parada en el galpón y alquilar el campito”.
“Las cosas fueron cambiando mucho. Yo veo que es para mal, otros pensarán que es para bien, porque eso de alquilar el campo a lo mejor económicamente a la gente le conviene, pero se van perdiendo muchas costumbres”, prosigue el productor, y pone como ejemplo que cada vez se hacen menos carneadas, algo que antiguamente era un clásico de los inviernos en el que las familias y los vecinos se reunían durante varios días.
“Antes, por ejemplo, un vecino hacía una carneada y vos le ibas a ayudar, y después él te venía a ayudar a vos. Hoy eso se perdió todo. Hoy si querés hacer una carneada en el campo tenés que contratar a alguien y pagarle, porque no hay gente, y menos que conozca cómo hacer las cosas como eran antes. Y el que conoce por ahí dejó la actividad o ya no está más”, lamenta.
En su caso, continúa con la tradición de carnear todos los años un cerdo para el consumo familiar. No es algo fácil, pues no siempre se consigue quién ayude.
“Amo la vida del campo”
Si de algo está convencido Decundo es de que, más allá de las dificultades, a la vida en el campo no la cambia por nada.
“Yo amo la vida del campo y hasta que Dios me dé salud voy a seguir ahí. En mi caso no se nota tanto, porque estoy bastante cerca, pero la vida en el campo por ahí es un poco más dura, porque cuando llueve se te complica salir o cuando necesitás algo tenés que venir, no es como en la ciudad, donde tenés todo a mano. Pero yo amo la tranquilidad, amo el campo, y me siento muy feliz”, dice Miguel, que en épocas de temporales, como el que hubo a mediados de mayo, debió esperar casi una semana para poder venir a Chacabuco.
“Tengo vecinos muy buenos que si tengo algún problema los llamo y vienen enseguida, pero en los tiempos de lluvia se complica un poco vivir en el campo, y si te vas más lejos, peor. Pero la vida del campo no la cambio, por la tranquilidad. Aparte, podés tener gallinas, huevitos, un chancho, verduras, si te gusta laburar podés tener de todo. Lo que más destaco es la tranquilidad. Así que agradezco haber nacido en el campo y no me arrepiento de haber seguido con la actividad en la chacra. Me siento feliz en la chacra. Quisiera seguir haciendo lo mismo hasta que pueda”, expresa, convencido, en el final.