A 91 años del fallecimiento de Hipólito Yrigoyen

Columna de opinión del Dr Nelson Coronel.

Un 3 de julio de 1933 murió Hipólito Yrigoyen, un patriota cabal como Alem, Levenson y otros, creadores del primer movimiento de liberación nacional. El radicalismo, qué diferencia con el actual radicalismo, furgón de cola, fagocitados primero por Cambiemos, luego el PRO y ahora La Libertad Avanza, aunque aclaro que hay honrosas excepciones a nivel nacional y chacabuquense.

Yrigoyen fue un idealista hasta la terquedad. El caudillo radical tuvo el raro privilegio de ser el primer presidente constitucional derrocado por un movimiento cívico-militar. Nació en Buenos Aires en 1852, precisamente un 12 de julio. Fue carrero y comisario en Balvanera, siendo muy joven, y después profesor en un colegio secundario, donde las malas lenguas, como dice Galasso, le imputaban seducir a las alumnas.

Influido filosóficamente por el krausismo, ascético en sus gustos y costumbres, patriarcal en el trato, obstinado y tenaz en las causas que perseguía. Era un pequeño productor agrario. Militó en el Alsinismo y fue diputado del Partido Autonomista Nacional en 1880. Ya apodado como “el Viejo” o “el Peludo” siendo presidente de la Nación, volvió a la presidencia en 1928, pero fue derrocado y arrestado por los cívico-militares en 1930. Lo liberaron en 1933 y el 3 de julio de ese mismo año murió pobre y enfermo.

Mientras estuvo detenido, le saquearon la casa. Lo que no rompieron se lo robaron. El bastón de mando y su diario personal cayeron en manos de Natalio Botana, el director de Crítica y enconado enemigo político, quien puso todo en una caja y la remitió al propietario. Derrocado, enfermo, el expresidente se hallaba en un regimiento detenido. Había renunciado por nota ante las Fuerzas Armadas. Un oficial se acercó para comunicarle el fin de su cautiverio: “Puede ir donde guste. Está en libertad para moverse”.

A casi tres años de aquella noche, en el regimiento 3, el 3 de julio de 1933, el Viejo yacía muerto en una humilde casa de Sarmiento al 900. Lo embalsamaron de apuro. No había permiso del régimen militar para llevarlo a un sitio público, de modo que lo velaron allí. El cortejo para enterrarlo desembocó en Plaza de Mayo y se convirtió en protesta política. El régimen militar de Uriburu había hecho correr el rumor de que los empleados públicos que faltaran ese día al trabajo serían despedidos sin más trámite. Una semejanza con el gobierno actual. Fue una amenaza inútil, porque la gente reventó las calles.

Y aquí sí sintetizo, expreso lo que dice el mayor historiador viviente de la patria grande, Norberto Galasso, que Chacabuco tuvo el honor, a través del Ateneo Arturo Jauretche y Manuel Ugarte, de tenerlo en varias oportunidades, brindando charlas y conferencias. Él expresa que durante esa gestión presidencial se aplicaron medidas importantes que concretan parcialmente el programa partidario.

Primero, funcionó el sistema democrático, con vigencia del sufragio libre y general, respecto a las instituciones democráticas. Sin embargo, le cabe al gobierno la responsabilidad por dos sucesos trágicos: la Semana Trágica de enero de 1919 y los fusilamientos de la Patagonia. En estos hechos es donde el gobierno se siente desbordado y cumple aquello de que “un burgués asustado se convierte en fascista”; militariza la ciudad.

Con respecto a la Semana Trágica, los cívico-militares descargan una fuerte represión, estimándose que mueren alrededor de 400 trabajadores. Con respecto a la Patagonia, el conflicto se inicia con los reclamos modestísimos de los peones patagónicos a los poderosos estancieros agrupados en la Sociedad Rural Patagónica. Yrigoyen envía entonces al coronel Varela para que medie y celebre un acuerdo entre las partes. En este primer viaje, Varela alcanza éxito poniendo de acuerdo a los sectores en pugna. Pero al volverse a Buenos Aires, los estancieros dejan de cumplir lo prometido. Se producen nuevos incidentes. Nuevamente la represión es violenta y se fusila aproximadamente a 1,500 trabajadores. Queda, pues, esta matanza como uno de los sucesos más terribles en la trágica historia de la lucha de nuestros trabajadores.

Volviendo a sus características, en materia agraria, Yrigoyen recuperó 6 millones de hectáreas de tierras públicas mal habidas. En materia educacional, apoyó al movimiento estudiantil conocido como la Reforma Universitaria en 1918. En transporte, impulsó las líneas ferroviarias estatales de zonas marginadas como el Transandino del Norte. En política exterior, mantuvo la neutralidad en la Primera Guerra Mundial y retiró la delegación argentina de la Asamblea de la Liga de las Naciones ante la política implacable de los vencedores respecto a Alemania que concluiría en el Tratado de Versalles. Condonó la deuda pendiente que tenía Paraguay con motivo de la Triple Alianza.

Reconoció la soberanía de Santo Domingo, negándose un barco argentino, por precisas instrucciones del presidente, a saludar a la bandera yanqui que ondeaba en el puerto. En política social, aplicó la negociación entre obreros y patrones. Y en energía, creó la Dirección Nacional del Petróleo, luego YPF.

En síntesis, se puede definir a Yrigoyen y al radicalismo de entonces como un movimiento de masas, de naturaleza democrática, nacional y agraria. Es democrático en tanto levanta como objetivo fundamental la soberanía popular a través del sufragio libre. Es nacional en tanto expresa las mayorías populares y desarrolla desde el gobierno una política exterior soberana y de índole latinoamericana. Es agrarista pues precisamente propone impugnar la relación semicolonial respecto al imperialismo inglés, es decir, el empleo de la renta agraria diferencial para subvertir el modelo agropecuario y lanzar un fuerte desarrollo industrial.

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