CHOQUE DE AVIONETAS

A 22 años de uno de los días más trágicos para Chacabuco

Dos avionetas chocaron en el aire y varios vecinos perdieron la vida.

Hoy, 22 de octubre, se cumplen 22 años de la tragedia de las avionetas, que se llevó la vida de 11 personas.

Jorge Raúl Milanesi (41) – Andrea Alejandra Avellaneda (20), Patricia Belfiori (29), Ornella Stéfano (3), Daíana Stéfano (12) y Angela Mozzino (84). Leandro Alberto Limia (29) – Nancy Beatriz Belfiori (36), Loreta Avellaneda (5), Viviana Belfiori (28) y Santiago Soldevia (5) perdieron la vida en el accidente.

A continuación transcribimos una crónica del Diario Clarín del día posterior a la tragedia:

“Nadie recordaba un día de tanto dolor en Chacabuco. Ni siquiera los empleados de las cocherías consiguieron controlar el llanto ante la angustia de los familiares y amigos de los muertos por el choque entre las dos avionetas.

La ciudad estaba paralizada. Los negocios, en señal de duelo, cerrados. La intendencia había decretado un día de asueto.

Desde temprano, una multitud esperaba frente a la Municipalidad cuando sacaron los diez ataúdes. Adentro, en el patio de la intendencia, fue el velatorio. Allí, alguien, por micrófono, había pedido que quienes no fueran familiares o amigos íntimos salieran a la calle. Unas 200 personas permanecieron adentro.

A las 17, cuando la caravana empezó a moverse, la gente de Chacabuco quiso rendirles homenaje a sus vecinos muertos. En las 30 cuadras que separan la Municipalidad del cementerio había gente; muchos tenían rosas y claveles.

Casi cuarenta minutos después los diez vehículos llegaron al cementerio: sus techos y capós estaban cubiertos de pétalos. Primero enterraron a Loreta Avellaneda, la nena de cinco años que murió junto a su madre y a su abuela materna. Su otra abuela se abalanzó sobre el ataúd, desesperada, y gritó: “No, no se lleven a mi nenita”. Apenas pudieron calmarla.

Las mismas escenas de dolor se repitieron ante cada ataúd. Mabel Millán, abuela de Daiana Stefano (12), caminaba con la mirada perdida. Cada tanto, preguntaba: “¿De quién es la culpa?”.

En Chacabuco siguen sin entender cómo dos avionetas, en pleno vuelo y a unos 300 metros de altura, chocaron en la tardecita del domingo. No se explican por qué sus 11 ocupantes quedaron despedazados por el suelo a unas veinte cuadras de la plaza principal. Uno de los muertos, el piloto Jorge Milanesi, también fue enterrado ayer, pero en Bragado.

En el patio principal de la Intendencia fueron velados los 10 vecinos que vivían en Chacabuco. Los llantos empezaban a oírse a medida que la gente se enteraba de las identidades de los muertos. Es que recién ayer se dieron oficialmente los nombres de las víctimas. “Pero cómo, ¿Patricia también se murió?”, preguntó angustiado un hombre.

Patricia Belfiore murió junto a sus hermanas Viviana y Nancy. Y tres de los hijos de las hermanas también murieron. Lo mismo que una nieta de cinco años, una nena de 12 años, hija del marido de Patricia, y una tía de las hermanas Belfiore, Angela Mozzino, de 85 años.

Las otras víctimas fueron los dos pilotos de las avionetas: Leandro Limia, de 23 años, y Jorge Milanesi, un subcomisario de 40 años, quien fue enterrado en Bragado, la ciudad donde vivía.

Las dos avionetas participaban de un festival aéreo en el aeródromo local, como parte de la Fiesta Nacional del Maíz. Todos los tripulantes habían pagado cinco pesos para dar una vuelta en avión sobre la ciudad. “Salvo Patricia y Viviana Belfiore, el resto nunca había volado”, dijeron.

“Quedamos destrozados”, dijo Ricardo Perrone, la pareja de Viviana Belfiore. “Eramos una familia completamente unida.”

“Esto una desgracia para todo Chacabuco, no puedo creerlo”, decía Maricel, quien conocía a los Belfiore porque su hija era amiga de Daiana Stéfano, la nena de 12 años que iba a séptimo grado .

En el patio central, la gente saludaba a las familias Belfiore y Limia. En el medio, entre los 10 ataúdes, estaban los familiares y amigos. Todos se abrazaban a los féretros. O se daban palmadas. Y se preguntaban: “¿Por qué, por qué?”.

A un costado del patio, Adela de Limia estaba de pie, pero desgarrada. Es la mamá de Leandro, el piloto que el 1° de diciembre iba a cumplir 24 años y era papá de 2 bebas. “Yo creo que Leandro no hubiese querido tanta exposición, porque él era muy reservado. Pero fueron tantos los muertos que no nos íbamos a negar a hacer el velatorio conjunto”, dijo.

“¡Qué desastre! —afirmó Rosa, de 81 años—. Algunos dicen que fue el sol que los encandiló, pero yo creo que fue el viento, que en ese instante estaba terrible.” Carlos, un amigo del padre del piloto chacabuquense, opinaba: “Yo creo que chocaron por cumplir con la reglamentación. Leandro Limia era un pibe responsable”.

Los más chicos no decían palabra. Estefanía y Natalia, de 12 años, compañeras de Daiana, repetían tomadas de la mano: “No hay explicación”. Y otros recordaban que un accidente así, que causó tanta conmoción en la ciudad, había ocurrido el 18 de enero de 1968, cuando una torre de telefonía de 250 metros de altura se vino abajo y mató a 7 operarios”.

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