OPINIÓN

4 de agosto de 1976: Asesinato de Monseñor Angeleli

Columna de opinión del Dr. Nelson Coronel.

Monseñor Enrique Angelelli, asesinado un 4 de agosto de 1976. Hay dos iglesias, la devocional, la formal, la del domingo, la del rezo y la del compromiso ético y social. Angelelli pertenecía a esta última, aunque no dejaba de rezar. ¿También de qué vale que el Papa Francisco hable y accione sobre los grandes problemas de la humanidad si nosotros los creyentes no actuamos en consecuencia?

Volviendo a Monseñor Angelelli, debemos decir que por ese entonces el país transitaba los años más duros de su historia, los imborrables días de tortura y muerte realizados por el proceso cívico militar. Hay que decir que hoy nos desgobiernan los negacionistas de todas estas atrocidades. Tortura, secuestro y desaparición, apropiación de recién nacidos, tirar personas secuestradas previa inyección de Pentotal al mar desde un avión, como lo confirmó un marino del proceso cívico militar, Scilingo, partícipe activo de estas atrocidades, rompiendo así el pacto de silencio.

Y si había actos de violencia, secuestro y muerte en el accionar de la guerrilla con aplicar las leyes vigentes, detenerlos, procesar y si hay culpabilidad, darles incluso prisión perpetua y no implementar el terrorismo de Estado como se hizo. Alfonsín, admirable en ese aspecto y la justicia de ese entonces, dijeron nunca más.

Volviendo a Monseñor Angelelli, que había nacido en Córdoba en 1922, se desempeñó en su ciudad natal como obispo auxiliar, donde dio acabadas muestras de su compromiso activo con los más humildes. Como resultaba molesto para muchos sectores, se lo trasladó a La Rioja, donde se pensaba, craso error, que su acción pasaría inadvertida.

En 1968 fue nombrado obispo y en su primer mensaje expresó claramente su pensamiento al decir, tengo un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. De allí en adelante se convirtió en el líder de un poderoso movimiento que intentaba reivindicar los derechos de los más desamparados. Recorrió la provincia hablando con el pueblo, se comunicó a través de la radio y sin quedarse en la simple denuncia propuso la organización de cooperativas agrarias, la creación de sindicatos y llevó adelante una dura campaña contra el juego, pidiendo se pusiera más esfuerzo en la justa repartición de los bienes que en pensar en hacer loterías y casinos. Se lo llamó marxista y guerrillero y fue acusado ante el Vaticano, pero el papa Pablo VI lo ratificó su confianza.

Cuando la dictadura cívico-militar se adueñó del país, Angelelli denunció la violencia que se había convertido en una costumbre cotidiana y se entrevistó con los miembros de la junta sin obtener respuesta, pero su suerte ya estaba echada. En julio de 1976 los sacerdotes Juan de Dios Murías y Gabriel Longevile fueron asesinados y el obispo después de reclamar inútilmente la investigación de los crímenes consiguió reunir datos precisos que identificaban a los criminales. Viajó para denunciarlo, llevando sus nombres en una carpeta, pero su auto fue interceptado por otro en el que viajaba un grupo de tareas.

Angelelli fue muerto a golpes en la nuca, la carpeta desapareció y se trató de fraguar un accidente y aunque sus asesinos fueron identificados el crimen continúa impune. Hay que decir que gran parte de la jerarquía católica y de otros credos poco y nada hicieron para esclarecer este crimen.

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